Eminentes premios Nobel ya hace tiempo han comprobado que existen tanto las fallas del mercado como las del Estado, de modo que éste, en nombre del interés general, no garantiza el óptimo.
Se inicia con un tremendo error creyendo ser una alternativa al Ladrillo tildado de neoliberal. Error, porque las propuestas del Ladrillo son las que permiten que los hombres puedan ejercer los derechos constitucionales y que son anteriores al estado. Están en las religiones cristiana y judía entre otras. ¿Es Neoliberalismo?
Suponer que el Estado es el único conocedor del “interés general” nos lleva a una dictadura intolerable. Evidencia, la UP. Por ejemplo, la modificación del Art. 10 de la Constitución de 1925 (gobierno de Frei Montalva) tuvo por objeto, en nombre del interés general, restringir el derecho de propiedad, definido eufemísticamente de “carácter social”. De esta forma se justificó la Reforma Agraria, la estatización del cobre y la estatización arbitraria de cientos de empresas hasta una modesta pyme de barrio (Fábrica de Chuicos Cóndor intervenida en Dic 1970). Otro ejemplo viviente de la dictadura del estado es la Constitución Cubana que contempla derechos ciudadanos tales como la libertad de culto, de educación, de opinión. Sin embargo cada uno de estos va seguido de la frase “la ley regula el ejercicio de estas libertades” y por supuesto que esas leyes los anulan.
El Otro Modelo parte del supuesto, no comprobado, de la existencia de un malestar general evidenciado por minorías vociferantes que se toman las calles y que los medios de comunicaciones sesgadamente exacerban. Una mala muestra que queda al descubierto cuando se examinan varias encuestas, entre otras, la Adimark-UC (Una Mirada al Alma de Chile) que revela que el 51% de los chilenos tienen la percepción que estamos a las puertas del desarrollo, están mejor que sus padres (80%), el 65% ha mejorado su posición económica y sólo el 14% ha desmejorado. Son mayoritariamente felices, valoran la familia (86%), el hogar (76 %) y el barrio (74%). El 75% es católico o evangélico. El 66% cree que son los padres los que deben inculcar a sus hijos la moral. Sólo el 29% cree que el estado es el que debe otorgarles un mayor bienestar.
El modelo actual peca de un desprecio por lo público y una exaltación por lo privado. Falso, lo que el actual modelo respeta es el principio constitucional de subsidiariedad rechazado por los socialistas. El Otro critica la simpleza del actual y propone uno complejo, tal vez como la constitución cubana que permite que el estado ignore los derechos humanos en su integridad. Eminentes premios Nobel ya hace tiempo han comprobado que existen tanto las fallas del mercado como las del estado, de modo que éste, en nombre del interés general, no garantiza el óptimo. Una utopía.
Así, la intromisión del estado llega a lo intolerable cuando los autores del Otro Modelo sostienen, en materia educacional, que los padres no son expertos en educación, no están en condiciones de decidir lo mejor para sus hijos, por lo tanto es el sabio estado quien debe decidir. Fin a la educación privada, con o sin lucro. El argumento de la ignorancia paternal puede extenderse al voto universal para elegir a los gobernantes ya que el pueblo tampoco sabrá quiénes son los mejores para gobernar. Es el argumento de Platón (La República) en que sólo unos pocos iluminados eligen a los gobernantes.
Javier Fuenzalida A.
Profesor, Universidad Finis Terrae