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A la Suerte de la Olla

Todo proyecto o programa bien pensado y concebido tiene un inicio y un término y un calendario que indica en qué orden se ejecutará cada una de sus partes. El programa de Bachelet no lo tiene, es más bien un listado de intenciones. No tiene ni comienzo ni fin, qué viene primero y qué viene después. Menos aun hay un “plan B”. Los votantes lo perciben como meras promesas electorales que en su mayoría no se cumplen. En la Pérgola de la Flores el candidato a alcalde se mofaba de ello. Otros más poéticos lo llaman canto de sirenas y los más trágicos cantos del cisne. Debido a esa imprecisión, las expectativas no son uniformes y así se explica que haya partidarios y detractores más emocionales que racionales. Son como actos de fe.
Ningún programa desde 1990, incluyendo el de Bachelet, ha considerado la modernización del parlamento. La discusión, aprobación de cada iniciativa toma tiempo. En nuestro caso el tiempo parlamentario es anticuado y anacrónico, más aun si se consideran las desavenencias dentro de la propia Concertación cuando se pasa de los meros enunciados de los cambios de contenido.

Muestras:
El Código de Aguas tuvo una discusión parlamentaria de 15 años
Libertad de Opinión y Ejercicio del Periodismo, 9 años
Administración Regional, 6 años
Educación Parvularia, 6 años
Reforma Constitucional, 5 años
Ley de Deportes, 5 años
La Reforma Procesal Penal, 5 años
Ley de Televisión Digital, 5 años
Ley General de Educación, 3 años, etc.

Cientos se archivan o continúan en eterna discusión. Es el caso de educación e isapres, desde el 2008. Múltiples anuncios fallidos para derogar el binominal.

 

Los menos, aprobados con la velocidad de un rayo, como fue el que permitió a la DC inscribir a sus candidatos en el Servel fuera de plazo… sólo algunos minutos. ¿Habrá reforma constitucional dentro de los cuatro años cuando ni siquiera se sabe qué se va a reformar y menos aún cómo se va aprobar? Los tiempos irán desde un largo debate a “por la fuerza” y en este último caso tampoco sabemos quién y cómo se aplicará el torniquete. Reformas a la suerte de la olla.

El fracaso legislativo podría pasar desapercibido si la economía creciera en 5% o más como lo logró la Alianza. Sin embargo, las expectativas tanto de fuentes locales como internacionales señalan que, de no haber ningún cambio, el próximo año creceríamos como máximo al 4%. Pero algo habrá. Las leyes para aumentar impuestos suelen tomar menos tiempo, por lo que se esperaría que durante el 2014 se aprobaran y sus efectos negativos sumado a la ineficiencia administrativa de la Concertación, más la calle dirigida en forma oculta y silenciosa por el PC, se sentirán el 2015 con un precario crecimiento. En resumen, lo mismo que en su anterior gobierno, Bachelet reforzará el síndrome del país de ingreso medio que después de todo el esfuerzo por asomarse al desarrollo, se tranca. Gobierno a la suerte de la olla.

 

 

Javier Fuenzalida A.,

Profesor Universidad

Finis Terrae

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