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Bésame ¿Lucho? Entre el fanatismo y la ácida crítica

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Me gustaría dedicar esta columna a un género musical y a una verdadera estrella de éste, que sin dudas alcanzaron la más alta popularidad en su momento: el bolero y el rancagüino Lucho Gatica. Durante la década del ’50, el bolero vive una transformación. Atrás quedarán los textos metafóricos, sobre burdeles, y su música se enriquecerá con recursos del jazz. Este nuevo bolero, llamado filin o moderno, se internacionalizará de la mano de estrellas de la canción de distinta procedencia, relegando al pasado el absoluto dominio de Cuba y México sobre el género. Así, la figura de Lucho Gatica surge como una digna de análisis. Reconocido como un ídolo de la juventud de su época, el chileno es dueño de un estilo bastante personal, con características tales que lo hacen adorado por las féminas y criticado por los expertos. Es este estilo propio y moderno, más un inteligente aprovechamiento de las tecnologías y marketing de la industria musical, lo que lo llevará a alcanzar el estrellato.

 

Antes de emigrar a México, él ya había sido expuesto al bolero filin y había comenzado la búsqueda de su estilo propio. Este modo de cantar se cimentó en el país azteca, donde el rancagüino, de acuerdo a Party “renovó el mundo del bolero a tres bandas: enfatizando un repertorio contemporáneo, utilizando una técnica novedosa de canto con micrófono y dirigiéndose a un público más joven”. Así, Gatica cantó boleros con textos menos nostálgicos y arrabaleros, más centrados en la relación de pareja que en la mujer misma, enfocándose “en el amor y el desamor”.

 

Dueño de un timbre de voz característico, su emisión vocal se verá dominada por el crooning, técnica de canto popular nacida en Estados Unidos, que se basa en un estilo más bien recitado, muy cerca del micrófono y  relajado, que generó un modo de canto susurrado y muy íntimo. El crooner murmura, asemejando al enamorado que canta al oído, lo cual hizo menos vertical la relación entre cantante y auditor. Gracias a este recurso, Gatica, que era de los pocos artistas que se habían criado en la era del micrófono, logrará un fraseo relajado y suelto, muy aterciopelado. Está documentado que su público fue principalmente de sexo femenino, cosa nada extraña para los crooners, que gozaban de una potente fama de sensualidad entre mencionada audiencia, dada la intimidad que generaban, invadiendo vía radio el espacio doméstico al cual estaban generalmente relegadas.

 

La imagen cuidada y juvenil, mezclada con su poca formalidad al vestir, le dieron el estatus de hombre cercano y accesible. Su expresividad y sus temáticas al cantar, le aportaron a su sensibilidad, creando un prototipo de hombre deseable para las jovencitas. No obstante, sus canciones de amor y desamor, que casi nunca especificaban género, usando sólo los ambiguos <tú> o <nosotros>, hicieron posible que cualquier pareja de enamorados (o desenamorados) se identificara con sus letras, cosa que se ve demostrada por el hecho de que otra parte importante de sus auditores, la constituyó la comunidad homosexual.

 

Llama la atención que las mismas características que lo llevaron a la fama entre homosexuales y mujeres, fueron las que lo hicieron un blanco fácil de la crítica experta. El crooning, al ser un canto relajado y no tan técnico fue especialmente desaprobado, ya que se pensó que no constituía un gran esfuerzo (como si lo demostraba, por ejemplo, el tocar la trompeta), lo cual unido a la crisis de la masculinidad de la época, los llevó a perder la dignidad de cantantes, al pensarse que carecían de técnica, y a ser tildados de afeminados. Tampoco aportó en contra de esas críticas sobre la virilidad de Gatica, el hecho de que su timbre fuera tan suave, expresivo y susurrado en un registro de falsete, agudo. En un aspecto quizás más académico, su uso del rubato, que lo hacía tan expresivo, fue considerado abusivo, criticándosele inexactitud métrica. Por último, las temáticas amorosas, emotivas y ambiguas, que permitieron lecturas homoeróticas, fueron vistas como cursis.

 

Para terminar me quedo con una frase: “Tony Évora, por su parte, adscribe la popularidad de Gatica no a su propio esfuerzo, sino al resultado de un aparato publicitario efectivo”. No obstante lo polémica que pueda resultar, considero que la frase tiene algo de verdad: Lucho Gatica y sus productores supieron aprovechar las tecnologías y medios masivos de comunicación de su época para hacer crecer su carrera hacia el estrellato. Pese a eso, todos esos recursos de la industria musical por si solos, no fueron los que sacaron a ese hombre de su población en mi querida pero provinciana ciudad de Rancagua, sino que fueron unas condiciones naturales que van más allá del canto: su carisma, estilo personal y capacidad de expresión. Tanto la industria como sus cualidades propias contribuyeron en partes más o menos iguales, a que Gatica alcanzara su estrella.

 

Fuente: Party, D. (2012) Un pequeño defecto.

 

 

Macarena Robledo Thompson

Estudiante de Licenciatura en Artes y Humanidades en Historia de la música y estudiante de Licenciatura en Música con mención en Musicología.

Pontificia Universidad Católica de Chile

 

 

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