Hay quienes critican una excesiva atención a la Alianza del Pacífico y una descuidada relación con Argentina, Brasil y nula con Venezuela y Ecuador. Sin embargo, lo que no comprenden es que las asociaciones entre países no surgen de una iluminación de los gobernantes. El Estado siempre reacciona a las iniciativas privadas, no es un generador de ideas.
En el caso de la Unión Europea, algunos le atribuyen la paternidad a Robert Schuman (Declaración de Schuman), Churchill y Adenauer. Pero, producida la revolución industrial y después de las guerras napoleónicas, el sector privado de los diversos países europeos, sus industriales, comerciantes, banqueros, transportistas, etc. comenzaron a establecer lazos que iban más allá del simple intercambio comercial y se inicia en ese continente un lento pero continuo proceso de inversiones transnacionales. Fue el caso de los bancos, ferrocarriles y otros emprendimientos industriales. Los políticos reaccionaron ante esa realidad empresarial e institucionalizaron la interrelación entre los habitantes de los diversos países, lo que requirió nuevas normas y leyes, y la eliminación de las barreras a la movilidad internacional de los factores productivos.
En nuestro continente, las políticas proteccionistas y el aislacionistas cepaliano impidieron el libre intercambio de productos y menos aun el de capitales y recursos humanos. Los políticos creyeron que la Alalc promovería la integración. Falló porque ellos mismos impidieron la liberalización comercial y de factores productivos intrarregional. Ante ese fracaso inventaron la Aladi, un mero cambio de nombre y el Pacto Andino, otro fracaso. La OEA nunca tuvo iniciativas en este campo. Más recientemente el ALBA, UNASUR, CELAC, meras tribunas para empalagosos discursos.
La apertura comercial de Chile, Perú, México, Colombia y ahora Costa Rica, obligó a sus gobernantes a mantener la disciplina fiscal y equilibrios macroeconómicos, modernización del Estado e incorporación de cambios tecnológicos compatibles con la competencia internacional, permitiendo una asignación eficiente de los recursos regulados por la economía de mercado. El resultado ha sido un vigoroso crecimiento económico, superior al de los demás países del continente inmunes a las tendencias modernas. A la liberalización inicial del comercio sigue la de los capitales y las migraciones, obligando a sus gobernantes modificar y crear normas que faciliten la verdadera integración, impensable en el Mercosur, Alba, Unasur, Celac.
La Alianza del Pacífico ya es una realidad. No es que sus gobiernos se han separado del resto del continente. Al revés, son los demás países los que siguen enclaustrados agravado por un gran riesgo. El de Chile es de 823 puntos base (ocupa el séptimo lugar en el mundo), muy inferior al de Brasil 185 puntos, Venezuela 1.605 y Argentina 2.295. No es de extrañar que en un futuro próximo se integren otros países.
Javier Fuenzalida A.
Profesor Finis Terrae