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¿Habrá Contrareforma?

columnista5

El proyecto tributario ya tiene hoyos. No se podido demostrar que los aumentos de impuestos producirán un impacto positivo sobre el crecimiento de la economía. Los Ministros, dirigidos por el de Hacienda, repiten sin más que no hay evidencias de que el aumento de impuestos tenga impactos negativos, lo que no es cierto. Desde luego, todos los textos sobre Macroeconomía lo señalan y hay abundante literatura empírica que lo valida. Entre otros, un trabajo de Larraín y Cerda que el coordinador Soto del Ministerio de Hacienda intenta rebatir señalando que el efecto será positivo porque los mayores recursos serán invertidos en la reforma educacional y por lo tanto acelerará el crecimiento económico. Lamentablemente Soto se olvidó del calendario porque tales beneficios ocurrirán cuando la nueva generación educada en un sistema de calidad se incorpore a la fuerza laboral en 10 ó 12 años más.

 

Podría haber un impacto más inmediato si parte del gasto fuera en capacitación laboral de la fuerza de trabajo más vulnerable, la población comprendida en los primeros deciles de las distribución de la renta, pero al parecer no está en el “programa” y no le quita el sueño a la Ministra del Trabajo.
El proyecto es un festival de creación y derogación de excepciones a la ley de la renta, sin que ello signifique un efecto neto positivo sobre el PIB. Más de lo mismo. Lamentablemente los nuevos revolucionarios no han tomado conocimientos de la regresividad de nuestro sistema tributario, ya comprobado por el SII desde hace más de 10 años.
La regresividad del proyecto se palpa claramente en los fondos de pensiones. El ministro reconoció que la ley ha sido perversa con los fondos, pero no le importa. Reconoce que el crédito de primera categoría que acompaña el reparto de dividendos no es para las AFP. Si es así, el único destinatario posible son los cotizantes, mayoritariamente clase media. La Asociación de AFP ha cuantificado esta anomalía y actualizando sus cálculos, el valor que el estado se ha apropiado inequitativamente suma cerca de US$ 3.500 millones y la reforma le irá agregando otros US$ 430 millones adicionales cada año. El efecto es que las pensiones son inferiores en un 6% a lo que serían si los créditos del impuesto de primera categoría hubieran sido abonados a las cuentas individuales y no hubieran ido a las arcas fiscales. Un gobierno que tiene como primera prioridad mejorar la distribución del ingreso no puede ignorar, ni menos reconocer que el problema existe y no resolverlo devolviendo lo que se apropió. Como no está en el “programa” no hay nada que hacer. Tampoco es aceptable endosarle el problema a la comisión que propondrá reformas al sistema previsional porque es un tema fiscal que nada tiene que ver con los aumentos en la esperanza de vida y la insuficiencia de 10% de contribución que se requiere para que las pensiones se aproximen más a la última remuneración del pensionado (tasa de reemplazo).

 

 

Javier Fuenzalida A., Profesor

Universidad Finis Terrae

 

 

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