La naturaleza me sorprende cada día más, nunca dejará de cautivarme, siempre encuentro en ella algo diferente- si no es el tono, es la textura, las formas, los olores, en fin… siempre tiene algo que captura el lente de mi máquina. Esta vez fue una flor, una de mis favoritas, las calas o flor del jarro como le dicen en el sur. Esta flor posee una curva sutil, que la recorre completamente, una piel suave y tersa, una elegancia que se percibe desde lejos, es imponente, no pasa desapercibida en el jardín. Es utilizada en decoraciones y por las novias, si vives en el sur las llevas al cementerio, cada persona la disfruta de distintas maneras y esa es la gracia de la naturaleza.
Lamentablemente, no siempre tenemos tiempo o ganas de mirar más allá lo que nos rodea, solemos caminar con la mirada fija en el objetivo que buscamos, entonces nos perdemos de apreciar uno de los regalos que la naturaleza nos da diariamente. Como las tonalidades del cielo al amanecer, durante el día y en el ocaso, sobre todo en los lugares que no hay contaminación, los colores juegan en las alturas con las nubes, con los rayos del sol, generando una mezcla de textura y transformándose en un lienzo, en una pintura, pero no todos suelen mirar hacia arriba. Estoy segura que si cambias la rutina y sueles observar más seguido el cielo, volverás a maravillarte como cuando eras niño.
La belleza de la naturaleza también va en la simplicidad de sus construcciones que son parte del paisaje. Cuando estas respetan el medio ambiente y el entorno más bello aún, sólo tenemos que sacarnos los prejuicios-mirar con los ojos del alma– y comenzaras a ver todo lo que está a tu alrededor, todo aquello que siempre estuvo, pero que nunca le diste importancia, menos valor.
Es importante disfrutar la vida, pues no sabemos qué sucederá al minuto siguiente, mira más seguido el cielo, siente la brisa, baila con el viento, disfruta el amarillo del sol, la melodía del agua cuando llueve…simplemente disfruta de la vida.
¿Qué detalle descubriste cuando volviste a mirar?
Clo