Planificar bien las ciudades para mejorar la calidad de vida de sus habitantes, no sólo implica hacerlo desde el punto de vista urbanístico o de ordenamiento territorial. También es importante planificar desde el paisaje y el medio ambiente, por ejemplo seleccionado correctamente el arbolado y las plantas en los espacios públicos.
¿Qué significa esto? Una inadecuada selección de árboles, especies vegetales y pastos puede generar grandes gastos en su mantención y riego, problemas con las raíces, uso de insecticidas para combatir plagas y adición de fertilizantes para que crezcan. En cambio, hay otros que crecen demasiado y los podan inadecuadamente. Sumado a lo anterior, la primavera llega cargada de pólenes, que finalmente nos afecta y termina en alergias.
En este sentido son importantes algunas recomendaciones. Podemos modificar, restaurar o rediseñar el paisaje con plantas esclerófilas, como quillayes, pimientos, chañares, molles, espinos y algarrobos, las que tienen muy baja necesidad de riego y son ideales para zona más secas. Por el contrario, evitemos en esos lugares los tuliperos y liquidámbar, que tienen alta necesidad de riego.
También están los naranjillos, pataguas, boldos y bellotos para zonas más húmedas, y arbustos como pelú, mayu (Sophoras), colliguayes, escalonias y carbonillos. Para disminuir la polución y agentes alérgenos, evitemos los álamos, cipreses, fresnos, plátanos orientales y olmos, a pesar que son las especies que más abundan en los parques de Santiago.
Hagamos una ciudad vivible y respirable. Si no podemos evitar la polución, usemos de aliados a los árboles que refrescan nuestra urbe y ayudan a aumentar las lluvias.
Jadille Mussa Castellano
Directora
Escuela de Arquitectura del Paisaje
Universidad Central de Chile