Cada vez que escribo alguna columna de opinión es para señalarles a los vecinos que de la delincuencia no hay que preocuparse hasta el punto de andar temeroso por las calles. Vivir con miedo es una estupidez. De la delincuencia eso sí, hay que ocuparse y en serio.
Los medios en general dedican generosos espacios a los hechos delictuales, pero poco se dice de la prevención y mitigación de las condicionantes que son fuente y causa de la violencia.
Rancagua hoy tiene el triste récord de ser una de las ciudades a nivel nacional con el índice de victimización más alto, es decir, en nuestra capital regional – según la estadística de Paz Ciudadana – la gente vive temerosa. El mismo estudio señala que junto con Viña del Mar son las comunas que menos confían en el país, en sus policías, fiscales, defensores y gobierno en general.
Por otra parte el INE señala en su Encuesta Nacional Urbana de Seguridad Ciudadana (ENUSC), que el miedo en la región subió de 19,5% a un 27,2% en dos años y en especial en Rancagua, lo que es relevante a nivel de estadísticas.
Ahora busquemos algunas explicaciones.
Los estudios en Chile (incluidos los de SENDA) muestran que alrededor de un tercio de los delitos cometidos por adultos pueden atribuirse a la influencia de drogas ilícitas como pasta base y cocaína, cifra que aumenta a un 50% cuando se agrega alcohol. En el caso de los adolescentes, la situación es más crítica, porque las estadísticas señalan que en un 70% de los delitos cometidos por menores, hubo consumo de alcohol, lo que confirma y alerta sobre la relación entre droga, alcohol y delito.
Conocidas estas cifras, me cuesta entender que pese a la legislación vigente, las autoridades avalen la instalación de bares a menos de 100 metros de un establecimiento educacional y en medio de barrios residenciales del centro de nuestras ciudades.
Se trata en muchos casos de locales que mantienen una patente de restaurant y pese a ello, los referidos locales se promocionan en los diarios y redes sociales como bares y pubs, ofreciendo en sus pizarras, gigantografías y en la prensa la actuación de bandas en vivo y precios irrisorios para “promos” de bebidas alcohólicas.
La venta irresponsable del alcohol promueve malos hábitos a jóvenes y menores vulnerables – social o sicológicamente – lo que los involucran en hechos delictuales, y no sólo como victimario, sino también como víctima, pues es habitual el robo de especies a jóvenes borrachos, o peor aún, riñas exacerbadas por el consumo de alcohol que terminan en homicidios.
Por otra parte se les señala a nuestros jóvenes y adolescentes que las drogas son dañinas, se les recomienda abstenerse del consumo de marihuana, por ejemplo, pero frente a sus colegios y en las calles de la ciudad vemos que esta tapizado de ofertones de tragos y cervezas.
Si de verdad queremos atajar la delincuencia en sus orígenes – a nuestro juicio– un tema pendiente es terminar con la farsa de los bares disfrazados de patente de restaurant y exigir un freno a esta mano laxa mediante fiscalizaciones reales y mediante la dictación de ordenanzas estrictas que zonifiquen (saquen del área urbana) los bares y eleven los requisitos de su instalación para poner atajo a locales que seduciendo con espectáculos y bajos precios de alcohol a nuestros adolescentes, los suman en las estadísticas de las víctimas o victimarios de las cifras rojas en nuestra ciudad.
Alberto Ortega
Defensor Regional
O’Higgins
