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Populismo y elites

(columnajavier)

Son probablemente las dos palabras más escritas en los últimos días a raíz del triunfo de Donald Trump. Ya no es un misterio que una inmensa mayoría de los medios de USA y muchos otros países estuvieron en contra de Trump.

 

Escribieron todo lo que el papel y la tinta aguantó para desacreditarlo incluyendo el uso mal intencionado de las encuestas. El New York Time debió enviar una carta de disculpas a cada uno de sus subscriptores a quienes mintieron y abusaron de la fe pública. Con todo, los muchos artículos publicados para entender o explicar el inesperado triunfo de Trump lo han hecho bajo la soberbia óptica de la elite, como algo inaceptable, incivilizado o barbarie. ¿Cómo pudieron los votantes del país más poderoso del mundo asumir una actitud tan contraria a la inteligencia pensante, la elite?

 

Algunos como Tironi en una ácida columna publicada en el Mercurio trató a los votantes de Trump con todos los epítetos degradantes que encontró a mano: blancos sin educación (ignoró que votantes blancos educados en una alta proporción votaron por Trump), frustrados, miedosos, deplorables, obesos, sexistas, nostálgicos y aliados del diablo; que no creen en el calentamiento global, que hay que bajar los impuestos, que los ricos se merecen su forma de vida, que tienen miedo a los que surgen, que las mayorías mandan sobre las minorías, crédulos en las promesas y que los líderes no razonan. Las Elites han reaccionado con psicosis y hasta el momento no han conseguido examinar su fracaso y enmendar su conducta. Si nos fijamos en las declaraciones de políticos, comunicadores, analistas, etc. nunca emplean la primera persona del plural para criticar sus errores, siempre son los otros. Obama, de paseo por Europa, señala que hay que vigilar este nacionalismo burdo (no dice “tengo que”), identidad étnica o tribalismo, se confiesa derrotado y le echa la culpa al congreso.

 

¿Quiénes son la elite? El Banco Mundial la define en categorías: políticos, empresarios, intelectuales-académicos y sociales (ONG). Tironi, que tampoco usa el “nosotros”, se excluye a sí mismo como parte de los medios, líderes de opinión, celebridades, círculos de negocios, analistas económicos, artistas, intelectuales, todos impotentes por detener esta marea. Parece un ET.

 

¿Soluciones? Hasta el momento la elite nada ha propuesto para detener la ola que ya pasó por Brexit, USA, se acerca a Francia (Le Pen), Alemania, Holanda y capaz que vuelva a Grecia, Italia y España y suenan algunos por aquí en Chile como Guillier. Si bien se necesita perfeccionar normas como la transparencia, probidad, altas sanciones para quien las viola, reducir sus exageradas rentas burocráticas, eliminar privilegios, etc. Se requiere para ello respetar un código de ética hasta hoy ausente.

 

¿Y los populistas?

Según Carlos de la Torre, de la Universidad de Kentuky, el populismo no es necesariamente de izquierdas o de derechas. Sostiene que “vivimos un discurso que presenta la relación entre el pueblo y las élites como antagónica que no se puede resolver sin romper con las estructuras institucionales de una sociedad” (creada por la elite). El pueblo debe someterse a las reglas dictadas por la elite que piensa que es inadmisible que se revele contra las estructuras e instituciones de la sociedad. Cree que los líderes populistas son transgresores de las formas habituales de hacer política (dictada por ella). Pero ni remotamente admite que ella es la más transgresora. Suena bastante soberbio y antidemocrático porque su comportamiento se acerca al Leviatán de Hobbes o el autoritarismo de Rousseau. Defienden sus intereses personales, corrupción, gozan de las más altas rentas del país, repartija del poder, alianzas para la autodefensa y olvidan la ética del servicio público.

 

Todos nos hemos formamos expectativas positivas cuando se promete legislar sobre la probidad, la transparencia, la protección de los consumidores, sanciones contra los que violan la competencia, etc. Sin embargo tales normas no han tenido el impacto que esperamos. 99,99 % de la población penal no pertenece a la elite. Si hay algún condenado, su pena es remitida o se cumple sentado en el living de su casa. Entonces la culpa hay que buscarla en las prácticas antiéticas de la elite y no quedarse en los lamentos emocionales que puede llevar a un peligroso populismo.

 

Los economistas hicimos nuestra parte en la implementación de una economía de mercado. Tenemos una teoría para estudiar el fenómeno descrito por James Buchanan en su Teoría de la Elección Pública. El premio Nobel K. Arrow señalaba que votar por un candidato no es como comprar un producto y votar por un partido no es como comprar un “combo” cuyo contenido y utilidad conocemos de antemano. Los votos no son un bien de consumo, no hay que pagar por él ni sabemos cómo se va comportar el candidato por quien votamos. La democracia no es como el mercado libre. No existe una teoría del consumidor/votante y el candidato/oferente que maximicen los resultados. No hay un DL 211 para la política. La sociología, la ciencia política y el derecho no hicieron su contribución para instalar una identificación entre el interés particular de la clase política y el interés público y proponer una institucionalidad y democracia que sustentara la economía de mercado.

 

¿Cómo se enderezar a la elite? es la tarea de los académicos e intelectuales, los pensadores, moralistas, los líderes religiosos y por cierto, las leyes que rigen y sancionan las conductas inmorales de los políticos.

 

 

Javier Fuenzalida Asmussen

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