Segunda edición del libro del profesor de la UC Claudio Sapelli que actualiza sus estudios sobre la distribución del ingreso y que reafirma sus conclusiones anteriores:
La distribución del ingreso, medido con el coeficiente Gini ha mejorado radicalmente en las últimas décadas. Ha sido resultado de tres característica de la población de Chile: la movilidad intergeneracional en que los hijos cada vez tienen un mayor nivel o años de educación que sus padres; La movilidad intrageneracional indicativa de la probabilidad que una persona cambie su posición en la distribución relativa del ingreso; la educación, siendo este último el que puede dar mayor luz sobre este progreso. No hay duda que tanto en términos absolutos como relativos el acceso a la educación, en particular de la superior o terciaria ha producido un poderoso avance.
Sapelli demuestra que el simple uso de promedios lleva a conclusiones erróneas. El promedio de consumo de pan por chileno es de 8 kg por mes. Buen record. Pero al desagregar ese dato nos encontramos con que el 60 % de las personas de menores ingresos consumen 2 kg al mes el 40 % más rico 9,8 kg, lo que indica que las familias de menor ingreso no se alimentan bien. Eso es lo que sucede cuando causa alarma el GINI de 0.49 global. Sapelli observa lo que hay por tras ese 0.49 mediante una rigurosa investigación empírica en base a los datos desagregados de la encuesta Casen 2015 y anteriores.
En este aspecto el análisis de movilidad social, tanto intergeneracional (de 2 generaciones) como intrageneracional (entre personas de una misma edad) demuestra que en Chile hay una movilidad social comparable a la de los países desarrollados, de modo que no existe una presunta inmovilidad que se refleje en el llamado “efecto cuna” o los patines de Eyzaguirre. El Gini promedio general no es menor porque tiene una gran dispersión entre los grupos etarios (cohortes) y además ese coeficiente va creciendo con la edad de las personas. Considerando el cambio demográfica en que el grupo sobre 60 años ha crecido por sobre la media general, el Gini promedio resultante cae por efectos exógenos no controlables.
La movilidad acompañada de una educación de calidad universal debería ser determinante para una menor desigualdad. Desgraciadamente, la educación pública es precaria comparada con la educación privada. Prohibir el lucro y la selección solo conseguirá igualar por abajo porque son efectos y no la causa que impide tener una distribución más deseable.
Si bien la lectura de los cinco primeros capítulos puede ser compleja para los no iniciados en estadística y exposiciones gráficas, el último capítulo refuta en forma clara las críticas como que “estamos en el peor de los mundos” o que nos describen como lo hace el desacreditado libro de Picketty y otros que nos sitúan como uno de los países más desiguales del mundo. El gasto social como política redistributiva ha derivado en una multitud de programas discriminatorios y que, a lo más, son paliativos de la pobreza y no entrega las herramientas para que las personas puedan salir de ese estado. Hay alternativas más eficientes como desarrollar un solo programa con tasas de subsidios decrecientes a medida que el ingreso autónomo comienza a subir en las familias.
Uno de los frenos más importantes y que ha recibido una desatención irresponsable de parte del estado es el que se refiere a la precaria educación prebásica (las guaguas no marchan por la alameda). La ciencia ha demostrado fehacientemente que la educación pre escolar es determinante del futuro desarrollo de los niños. Los marcará para el resto de sus vidas. No haber asistido a la educación prebásica los dejará en un nivel inferior respecto de quienes lo hicieron. Existe en Chile 1,3 millones de niños en edad entre 3 y 6 años. De ellos solo 500.000 asisten a jardines privados y estatales. El 25 % proviene del 20 % más pobre, el 30 % de ingreso medio y 50 % del 20 % de mayor ingreso. El resto, 800.000 niños están condenados a un eterno oscuro futuro. Serán ciudadanos de segunda categoría. El estado se ufana de crear 80.000 nuevos cupos. Meta miserable porque deja afuera a 720.000 niños, esto es el 55 %. Sabemos que no es tarea fácil porque lograr una cobertura del 90 % como en la OECD demanda 2,4 millones de metros cuadrados adicionales a un costo de US $ 2.000 millones y duplicar el número de parvularios y asistentes que estudian en las universidades, algo que no está ni en la mente de los rectores del Cruch ni del Ministerio de Educación que solo escucha la calle gritona que se está apoderando de los recursos para estudiar sin pagar.
En todo caso, la solución a la cobertura y calidad de la educación se reflejará en la próxima generación. Entretanto, se requiere reciclar y capacitar a la actual fuerza laboral, labor a cargo Sename del Ministerio de Trabajo, una modesta repartición pública que no le quita el sueño a los Ministros, más preocupados de la CUT y de los políticos. La actual fuerza laboral es de 8 millones de trabajadores y se capacita apenas el 8 % (en Europa el 60 % y en Corea el 90 %). No toda la capacitación es productiva. Un estudio de hace 6 años atrás, ya borrado de la web del Sence, comprobó que los resultados de los cursos que aprueba no se reflejaban en una mayor productividad e ingresos de los capacitados. Se prometió una reforma. Hasta hoy nada. Los costos los paga el estado y el empleador con el 1 % de la planilla de remuneraciones. Ese 1 % en las 12.000 grandes empresas da para todo, cuecas y chino mandarín incluido, pero en una Pyme o micro empresa que ocupa el 80 % de la fuerza laboral, el 1 % no alcanza ni para una hora de capacitación. El énfasis debiera estar justamente orientado a los trabajadores de las Pymes y Micro y los desocupados, sus efectos en la distribución será inmediato, No hay que esperar que la próxima generación se incorpore al mercado laboral.
Esta capacitación es urgente porque en el mercado laboral comienza a observarse un exceso de oferta de trabajo no calificado o de oficios que están quedando obsoletos producto de los cambios tecnológicos como las TIC, informática y robotización. Los que no tienen oficio o alguna competencia técnica, los pobres, tendrán que seguir esperando.
El Ministro de Hacienda hace bien en asegurar la sana política fiscal, pero debiera prevenir el despilfarro y derroche estatal cuyos fondos transferidos a la educación temprana y la capacitación efectiva es primordial. Desde luego, no se necesita tapar el hoyo de TVN con US $ 90 millones ni aportar a Codelco $ 900 millones. Hay capital privado disponible. Se puede recurrir al 10 % del cobre para sacar de la pobreza y crear un mayor bienestar en las familias modestas y comprar menos cañones. De igual modo es superfluo entregar fondos para que la ENAP de dedique a la electricidad, campo que le es ajeno. No se necesita una AFP estatal. Los hospitales, cárceles, escuelas, puertos, aeropuerto y otras obras de infraestructura se deben licitar como ya se hizo en el pasado. La DIPRES revisó la efectividad de un gran número de proyectos y los declaró ineficientes pero no los han eliminado. El actual gobierno ha aumentado en 60 % el número de empleados a sustanciosos honorarios.
En resumen, hay plata por todas partes que pueden financiar lo prioritario de modo que la pobreza sea transitoria y no permanente, mejorando la distribución que además impulsará el crecimiento. La elite debe leer a Sapelli.
Javier Fuenzalida Asmussen
