Suelen vincularse los temas internacionales a giras de autoridades, a importantes reuniones, o a solemnes decisiones del Presidente de la República, todas ellas cosas muy interesantes e, incluso, trascendentes, pero rodeadas de secretismo y un cierto misterio, que las aleja de las preocupaciones cotidianas de la gente. Independiente de la conveniencia que para algunos tiene que la población mantenga esta idea y no se meta en materias que según ellos no les corresponde, el entorno vecinal y el mundo en general conforman una dimensión cada vez más ligada a los intereses inmediatos de los chilenos.
En tiempos de globalización el desarrollo depende de la tecnología, de la innovación, del comercio, de las comunicaciones y de la cultura, de articular soluciones para los problemas que afectan al conjunto del planeta y de la solución pacífica de las controversias. Por ello, la cooperación es fundamental para sumar potencialidades y sinergias que permiten alcanzar metas que por sí solo nadie sería capaz de conseguir.
Un ejemplo es la asociación entre regiones contiguas pertenecientes a dos o más países, que entre ellas pueden aprovechar mucho mejor sus potencialidades, o acuerdos estratégicos que permitan cruzar naciones, que requieren la expansión de la infraestructura y la facilitación de los intercambios, del transporte, las migraciones y la explotación de los recursos locales, entre otras ventajas, elementos que deben ser tratados por los Gobiernos nacionales, regionales y locales, de manera coherente.
La relación entre el territorio y la globalidad es una necesidad que se impone en cualquier estrategia de desarrollo, así como el Estado descentralizado es condición para la democracia y el bienestar del conjunto de la población. Por eso estamos hablando acá de demandas populares y no de cuestiones académicas o exclusivas de la élite.
A pesar de los Donald Trump, Marine Le Pen o Víktor Orbán, las tendencias que hemos observado en las últimas décadas no cambiarán así como así, podrán mutar hacia modelos diferentes, o adaptarse a las crisis, pero mantendrán sus características fundamentales, porque detrás de ellas hay un sistema de dimensiones universales que determina la naturaleza de su estructura.
Como el esfuerzo destinado a lograr la plena inserción internacional de Chile llegó para quedarse, independiente de que puedan variar métodos y circunstancias, se requiere una forma más participativa para fijar los objetivos de la política exterior del país, disponibilidad constante de información y poder para tomar decisiones, tanto de las instituciones centrales que no dependen del Ejecutivo como de los poderes más cercanos a la ciudadanía.
Esta no es la conclusión de una comisión de expertos, sino una sentida exigencia popular, aunque se note menos en Santiago que en las regiones, razón por la que se impone su presencia en los programas de las candidaturas presidenciales, parlamentarias y de Gobernadores Regionales (tengamos fe que serán este año), sobre todo ahora que hay elecciones… ¿y si no cuándo?
Cristián Fuentes V.
Cientista Político, Universidad Central de Chile
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