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Despedida a Don Segundo Correa Orellana

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A la edad de 85 años, falleció don Segundo del Carmen Correa Orellana, quien fuera considerado uno de los más descollantes cantores a lo divino y payadores de Cachapoal y sus alrededores.

 

Don Segundo nació el 16 de julio de 1931 en el sector de Los Quillayes. Hacia 1950 se trasladó a la antigua hacienda El Durazno, sector que hoy se conoce como La Llavería, comuna de Las Cabras. A los nueve años de edad se inició en el arte popular de canto a lo poeta: “solo, de oído y de memoria, escuchando cantar a mis tíos”. Don Segundo aprendió pues, siguiendo el mismo proceso de aprendizaje que han seguido la mayoría de los buenos poetas del campo chileno.

 

Corría la década de 1940 cuando don Segundo empezó a salir a encuentros y novenas. Con solo 16 años de edad y siempre en compañía de su hermano Juan Andrés, los hermanos Correa comenzaron a ser cantores muy solicitados. Eran años en que la mortalidad infantil asolaba los campos chilenos, por lo que era muy frecuente que lo fueran a buscar personas de diversos sectores de la zona para cantar y dar forma a uno de los más sentidos rituales del campo chileno: el velorio de angelito. Prestando este servicio espiritual en forma solidaria, don Segundo recorrió con sus versos y entonaciones La Estrella, Santiago, Curicó, Isla de Yáquil, Nancagua y otros tantos poblados de la antigua provincia de Colchagua y de la zona central, codeándose con muchos otros grandes cantores.

 

Se casó con doña Teresa Cisternas con quien formó una numerosa familia. Trece hijos tuvieron y todos siguieron la senda del canto popular. Junto a su familia y la de su hermano Juan Andrés, los Correa han jugado un rol protagónico en la celebración y el mantenimiento de antiguas y nuevas novenas y vigilias locales, desarrollando una labor social tan intensa que en ocasiones Don Segundo y don Juan Andrés debieron turnarse para poder dar cumplimiento a las celebraciones de la localidad.

 

Don Segundo fue un poeta prolífico que a lo largo de su vida compuso una infinidad de versos por distintos fundados, tanto a lo humano como a lo divino. Junto a su yerno Moisés Zamudio -quien aprendió de él el canto a lo poeta— recopilaron su trabajo empastando un libro con su universo poético. Además de cantor y payador, don Segundo fue un dedicado intérprete de cuecas y tonadas, repertorio que junto al canto a lo poeta enseñó a su familia.

 

La gran admiración y agradecimiento de la comunidad hacia la obra de don Segundo quedaron finalmente reflejados la tarde del domingo 26 de febrero cuando tuvieron lugar las exequias de este querido cantor, cuando hasta la Parroquia de El Manzano llegaron numerosos vecinos a su despedida, colmando el templo y sus inmediaciones. También se hizo presente una importante comitiva de cantores y poetas populares provenientes de las regiones de Valparaíso, Metropolitana, O’Higgins y Maule. La misa de réquiem fue cantada por los poetas de la Rudilla Arnoldo Madariaga Encina y Arnoldo Madariaga López, además de Francisco Javier Astorga, Elías Zuñiga y Jose Pablo Catalán, en un ambiente de gran recogimiento y que sin duda fue la última de las ruedas de cantores a la que don Segundo asistió en este mundo.

 

La familia ha querido compartir uno de los tantos versos de don Segundo:

 

 

 

La Vejez

 

Cuando el hombre llega a viejo

Es un ciclo sin postura

Lo sacan pa’ la basura

Y lo botan por allá lejos.

Termina como el cangrejo

Y retrocede al revés

Anda, vete y déjame

En este mundo florido

Todo deja en el olvido

El amor y el interés.

 

Cuando un hombre llega a anciano

Todos lo miran en menos

Y le dicen pobre abuelo

Y hasta viejo y rabicano.

En este mundo tirano

Me olvidó quien me quería

Que fatal la suerte mía

No poder volver atrás

Por siglos y eternidad

Se va al cementerio un día.

 

Cuando ya avanzan los años

Y atrás no puede volver

Este mundo ingrato y cruel

Lo aleja de su rebaño.

Este mundo es un desengaño

Le acorta toda medida

Como quien va cuesta arriba

Lento tranquea el anciano

Lo pasearán de la mano

Y lo más que él aborrecía.

 

Cuando ya llega a cuarenta

La vida empieza a cambiar

Pierde hasta el modo de andar

Cuando ya llega a cincuenta.

Y cuando llega a sesenta

Lento tranquean los pies

Al darse cuenta el por qué

Todo ya pasa a la historia

Sólo queda en la memoria

La tristeza y la vejez.

 

Por fin amigo peruano

usted que es gran periodista

Sus palabras me conquistan

Como poeta americano.

Aquel apretón de manos

Que nos dimos al final

Lo quiero felicitar

Con mi sobrina querida

Por buscar sabiduría

En nuestro Chile natal.

 

Segundo Correa Orellana

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