Hace un par de semanas, niños y niñas han ingresado por primera vez al jardín infantil, con ello, han superado en gran medida el denominado ‘periodo de adaptación’, dando paso de los llantos, el mutismo, el no querer participar de las actividades y una que otra pesadilla nocturna, a las risas, a nombrar a sus compañeros, contar los juegos que realizan y a un sueño más reparador; producto de tanta energía invertida y de tantas experiencias de aprendizaje.
Ya los padres comienzan a respirar mucho más tranquilos. Sin embargo, una vez superadas estas primeras semanas, los niños/as comienzan a mostrar gran interés por ser partícipes de manera más constante de este espacio tan atractivo para ellos, preguntan los fines de semana para sorpresa de sus padres ¿Por qué hoy no hay jardín?, y aquí comienza un nuevo desafío, que implica ahora conciliar los tiempos y las actividades realizadas en sus hogares, por las tardes o los fines de semana.
Los niños comienzan a replicar muchas de las actividades que efectivamente realizan en el jardín infantil y las comentan con sus familias, con sus hermanos o incluso hacen partícipes a sus juguetes de sus propuestas, al contarles una historia, invitarlos a pintar o cantarles la canción que aprendieron, como intentando proyectar o llevar a otros espacios su propia sala de actividades.
Aquí es cuando surge para los padres y la familia el desafío de crear un espacio que sirva de nexo entre las experiencias del jardín y la dinámica de cada uno de los hogares. En este sentido, resulta fundamental la comunicación que los padres establezcan con Educadoras y asistentes de párvulo, a fin de empaparse de la riqueza de cada una de las experiencias que vivencian sus hijos día a día para luego proyectarlas o complementarlas en sus casas.
Es muy importante otorgar un espacio de manera especial, en el cual el niño o la niña deje los dibujos, trabajos y proyectos que traiga del jardín infantil, a fin de que pueda incluso continuar trabajando en ellos mientras están en sus hogares; es fundamental además que los padres se informen de los temas que se están trabajando, a fin de conversar con sus hijos en la misma sintonía e idealmente llevarlos de paseo a lugares relacionados con estas temáticas. Conocer los cuentos o historias que han empezado a conocer, de la misma forma que las canciones que les gustan y que dan paso a las diferentes actividades o experiencias propias de las aulas infantiles.
Lo anterior acompañará a cada uno de los niños y niñas en este tránsito a nuevas experiencias, se sentirán además más seguros al vivenciar el diálogo que existe entre sus padres y las educadoras, haciendo de esta forma tangible la importancia de que los “espacios conversen”, sobre todo en el inicio de las primeras experiencias.
Dra. Jocelyn Uribe
Directora escuela Educación Parvularia, Universidad Central
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