Cuando los mayores esfuerzos estaban en combatir las tasas de desnutrición de los niños y adultos, algo ocurrió que la realidad giró drásticamente y pasamos a ser el país con mayor sobrepeso de Latinoamérica, según la Organización Mundial de la Salud.
La lucha se desató ya no sólo contra el hambre y la malnutrición, sino por proveer de alimentos sanos, a nivel transversal, con el objeto de prevenir o sanar enfermedades, incluso el cáncer. De lo llamado light o bajo en calorías evolucionamos hacia super alimentos que de verdad marcan una diferencia para la salud del organismo, y que generan resultados a corto plazo, en la vitalidad e incluso en el mejor estado anímico, y en la prevención de enfermedades, más allá del peso corporal.
Estamos frente a una generación que está tomando conciencia de manera avanzada de que el tipo de alimento que consumimos influye de manera determinante en la salud de cada uno. El consumo de alimentos orgánicos, sin azúcar y sin gluten son una inversión en seguridad alimentaria. No hablamos de moda sino de sanar.
Las semillas, hierbas, especies y frutos son la fuente de salud, y se hace necesario que cada vez más personas estén al tanto de las propiedades de estos súper alimentos. Estamos frente a una oportunidad para demostrar nuestro compromiso con el Objetivo de Desarrollo Sostenible.
Por eso crece la preocupación cuando muchos aún continúan con dietas basadas en los alimentos productores de ácidos, como azúcares, grasas y harinas que privan a nuestro cuerpo de los minerales necesarios e impactan negativamente en el pH. Se requiere educar aún más en el mayor consumo de alimentos alcalinos que incluyen frutas, verduras, hortalizas, especias, hierbas, condimentos, semillas y frutos secos, para revitalizar el organismo, sobre todo en las extensas jornadas de trabajo y de estudio a las que estamos expuestos. Porque un cuerpo ácido es un imán para las enfermedades.
Invertir en seguridad alimentaria va en la línea del desarrollo sostenible. Tal como plantea la FAO, se hace necesario que la lucha esté centrada -además de combatir el hambre- en que nos aseguremos de que todo el mundo tenga suficientes alimentos para llevar una vida activa y saludable. Porque son múltiples y comprobados los beneficios de una alimentación sostenible y segura, que debe considerar cantidades suficientes y horarios determinados, para poder llevar una actividad física, social y mental adecuada.
