Señor Director:
Hace unos días, Discovery y Motorola lanzaron el documental “Disconnected Challenge”, en el que tres adultos deben enfrentar un desafío muy complicado para este milenio: vivir dos días sin celular, sin tecnología y sin conexión a Internet.
El documental deja al televidente con una interrogante adicional: ¿podría realizarse un reto similar en familias y escuelas? Padres y profesores suelen quejarse de la presencia excesiva de pantallas en niños y adolescentes ¿Podría pensarse, entonces, una vida familiar o escolar sin tecnologías?
Los argumentos de quienes proponen excluir a los más jóvenes de las tecnologías son cuestionados en todo el mundo. Las pantallas no promueven aislamiento; de hecho, el primer uso que hacen los adolescentes de las tecnologías es comunicacional: navegar en las redes sociales o jugar en red con amigos. Tampoco limitan la lectura, los niños y jóvenes de hoy no leen menos: lo hacen en otro soporte (pantalla), de otra manera (no lineal) y con otros fines (buscar información sobre deporte o música.) Por último, no es cierto que restrinjan la creatividad: cada vez más editoriales abren blogs a autores de literatura juvenil porque a sus lectores les gusta intercambiar ideas.
Ahora bien, ¿hay algo que las familias puedan hacer para evitar el uso excesivo de tecnologías en casa? Ciertamente sí. Primero, no equipar la habitación de los niños con pantallas, pues favorecen más horas de uso por día y en soledad. Segundo, acordar almuerzos o cenas sin celular, domingos sin tecnologías o uso de pantallas que no superen las dos ó tres horas seguidas.
En síntesis, lo importante será pactar y no prohibir, y generar instancias para que puedan convivir la realidad virtual de las pantallas, y la real de una charla familiar o un partido de fútbol en la plaza.
Roxana Morduchowicz
Consultora Unesco y experta en comunicación del siglo XXI.
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