Lo que está pasando con la selección de fútbol femenina en Chile es tremendo, no sólo porque es primera vez en la historia que estamos ahí, sino porque ese escenario no nos será ajeno nunca más. Por años nos identificamos con las historias de esfuerzo del fútbol masculino, nos encariñamos con ellos y su entorno, explotamos con la alegría que nos significó la Copa América y la Centenario, me recuerdo pensando en cómo los niños crecerían con esa sensación que en Chile también se puede ganar.
Pero hoy son las mujeres las que nos hacen reunirnos y soñar más fuerte aún, ahora no pienso sólo en niños, pienso que, aunque falte tanto por hacer, el hecho que sean ellas las que están ahí rompe con las creencias limitantes con las que crecimos y pavimentan por fín el camino de las niñas. Hoy nos hacen disfrutar una alegría distinta, una alegría nueva que sabe a triunfo a pesar de ir abajo en el marcador, es la apología de la lucha por la igualdad, nuestros referentes hoy son mujeres y tenemos que ser quienes aprovechen esta fuerza que nos regala el fútbol femenino para potenciar todo lo que el deporte puede otorgarle a la infancia y la sociedad.
En Fútbol Más esto que ocurre nos ilusiona y nos anima, pues nuestras sesiones sociodeportivas siempre incluyeron a niñas y niños, papás, mamás, vecinos y vecinas, la idea que toda persona pueda ser parte del fútbol nos acompaña desde los cimientos en nuestra organización: el fútbol como herramienta y catalizador social no puede ni debe discriminar. Así empezó hace 11 años nuestra revolución y hoy es parte de nuestra responsabilidad nombrar estas causas para pelearles de frente. “El balón no tiene género” es una de ellas, que al reconocerla y verbalizarla no sólo hace visible un problema, si no que ayuda a resolverlo, disminuye las injusticias en lo injusto y nos permite trabajar a partir de ello.
Vamos caminando en la dirección de mayor igualdad, pues entendemos que las mayores diferencias las ha hecho la sociedad, que niñas y niños tienen iguales capacidades y es clave, en este sentido, no sólo empoderar a las niñas, sino entender que ellas tienen derecho a estar en el espacio público, disfrutar sin miedo, sin discriminación, ni violencia y que para eso necesitan lugares protegidos donde puedan desenvolverse y que ese lugar que construimos debe considerar la perspectiva de género para que otorgue, a niñas y niños, la libertad de descubrir y decidir quiénes son y quienes quieren ser.
Catalina Rozas Facuse
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