¿Cuántos se atreven a confesar que después del partido, se fueron a acostar con la rabia acumulada y sin despedirse de nadie?. Pero la pregunta que cae de cajón, tras el bodrio ante Audax Italiano, es ¿hasta cuándo nos hacen pasar tantas rabias?.
Cuando creíamos que se enderezaba el timón y el buque iniciaría su viaje por aguas calmas, volvieron las dudas, se asomó la impotencia y los garabatos frente al televisor nuevamente recobraron protagonismo.
Vamos por parte y de atrás para adelante. El lunes se hizo todo mal, desde llegar tarde al estadio por imponderables que siempre deben estar en el radar, hasta la nefasta expresión de fútbol en una cancha histórica para el club.
Es difícil desmenuzar un partido tan malo, que no deja ningún saldo positivo, salvo la reaparición de Pedro Hernández, símbolo y émbolo de la futura oncena, que sí o sí debe construir Miguel Ramírez (bajo presión, con autocrítica y premura) para salir de esta nebulosa donde todos comparten responsabilidades.
¿Hablemos de fútbol?, bueno digamos que O’Higgins vistió camiseta blanca, short celeste y medias blancas. Asistieron al recinto de La Pintana, no más de 400 personas y uno que otro rancagüino “colado” entre el público local.
El árbitro fue Gamboa, de tan mal desempeño como toda la historia de su familia. La cancha estaba “dura” dijo el técnico visitante y usó aquello para explicar en parte el pésimo rendimiento. Quizás los “Verdes” jugaron en la parte blanda, porque ellos se vieron superiores en todo momento.
¿El juego?, nada que decir porque prefiero respirar hondo y olvidar. El problema es que las fechas avanzan, los equipos estrechan diferencias y nos preparamos, por quincuagésima vez, para sufrir.
No solo llegaron tarde, tampoco jugaron
¿Cuántos se atreven a confesar que después del partido, se fueron a acostar con la rabia acumulada y sin despedirse de nadie?. Pero la pregunta que cae de cajón, tras el bodrio ante Audax Italiano, es ¿hasta cuándo nos hacen pasar tantas rabias?.
Cuando creíamos que se enderezaba el timón y el buque iniciaría su viaje por aguas calmas, volvieron las dudas, se asomó la impotencia y los garabatos frente al televisor nuevamente recobraron protagonismo.
Vamos por parte y de atrás para adelante. El lunes se hizo todo mal, desde llegar tarde al estadio por imponderables que siempre deben estar en el radar, hasta la nefasta expresión de fútbol en una cancha histórica para el club.
Es difícil desmenuzar un partido tan malo, que no deja ningún saldo positivo, salvo la reaparición de Pedro Hernández, símbolo y émbolo de la futura oncena, que sí o sí debe construir Miguel Ramírez (bajo presión, con autocrítica y premura) para salir de esta nebulosa donde todos comparten responsabilidades.
¿Hablemos de fútbol?, bueno digamos que O’Higgins vistió camiseta blanca, short celeste y medias blancas. Asistieron al recinto de La Pintana, no más de 400 personas y uno que otro rancagüino “colado” entre el público local.
El árbitro fue Gamboa, de tan mal desempeño como toda la historia de su familia. La cancha estaba “dura” dijo el técnico visitante y usó aquello para explicar en parte el pésimo rendimiento. Quizás los “Verdes” jugaron en la parte blanda, porque ellos se vieron superiores en todo momento.
¿El juego?, nada que decir porque prefiero respirar hondo y olvidar. El problema es que las fechas avanzan, los equipos estrechan diferencias y nos preparamos, por quincuagésima vez, para sufrir.
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