Regresa la fiesta del fútbol, esa que hace vibrar a millones de personas en el mundo, pero que en Chile y por conductas de delincuentes sin coeficiente intelectual, lo tienen en el ojo del huracán y al borde del desmoronamiento.
Pero qué más da, este sábado vuelve a rodar el balón y O’Higgins enfrenta al equipo del técnico más rasca y nefasto que pasó por Rancagua. El partido será duro porque los atacameños son fuertes en casa y el pasto sintético va en su directo beneficio.
Los locales, además, ya poseen una estructura formada y consolidada, hecho que les permitió quedarse en primera, a pesar de pelear todo el 2023 los últimos puestos.
El conjunto de Azconzaval, por otra parte, expone una serie de variantes que por momentos le permitió lucirse en la noche “Celeste”. Sin embargo, hay que ser cautos y mesurados, porque los engranajes exigen horas de vuelo y conexión, basada en en actos profesionales y repetitivos.
La ilusión de un nuevo comenzar siempre está entre los hinchas, no obstante, ese sentimiento no nubla la memoria ni la historia de un rendimiento pobrísimo que dejó muchas dudas hace solo dos meses atrás.
Bajo ese respecto, la experiencia indica que el debut suele ser sabroso en puntos (Soso y De Muner ganaron en el inicio), empero, el futuro es el complejo de sostener. En hora buena la inyección de recursos para mejorar el plantel, pero mis dudas están en quien conduce. He allí el peligro de un entrenador multiverso y “canchero”, cuyos logros solo están en su inconciente.
Los personas pasan y la institución queda, que gane O’Higgins porque eso nos hace a todos felices.


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