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Bielsa y el futuro del fútbol: cuando la pasión se enfrenta al negocio

Por Frano Giakoni Ramírez, director de la carrera de Entrenador Deportivo UNAB.

Marcelo Bielsa volvió a hablar. Y, como siempre, no dejó indiferente a nadie. En una conferencia reciente, el entrenador uruguayo reflexionó sobre el rumbo que está tomando el fútbol moderno y lanzó una advertencia tan lúcida como inquietante: “El fútbol está en peligro de perder su esencia, de dejar de ser un juego y transformarse en un negocio absoluto”. 

No es una frase nueva en él, pero sí una más urgente que nunca. En tiempos donde el deporte se mide en contratos, derechos televisivos y métricas de engagement, la advertencia de Bielsa suena a recordatorio ético: el fútbol nació como una forma de expresión colectiva, no como un producto de consumo masivo. Y lo que está en riesgo no es solo la estética del juego, sino su vínculo con la gente. 

El fútbol siempre fue negocio, es cierto. Pero hoy el problema es otro: se ha convertido en un negocio que se devora a sí mismo. Los jugadores cada vez son más jóvenes cuando entran en estructuras profesionales, los clubes se endeudan para fichar promesas que duran una temporada y las decisiones deportivas pasan por directorios financieros. La formación integral, la paciencia y el desarrollo humano quedan relegados ante la ansiedad del resultado inmediato. 

Bielsa, con su habitual mirada autocrítica, no habló desde la nostalgia sino desde la conciencia. Señaló que el fútbol se ha vuelto un sistema que “produce ídolos y desecha personas”, una frase que, más allá de lo futbolístico, refleja la lógica que muchas veces rige nuestra cultura del éxito: si sirves, te elevan; si fallas, te olvidan. 

Su reflexión también invita a mirar hacia adentro. En Chile, donde el fútbol arrastra sus propias heridas institucionales, económicas y formativas, el mensaje de Bielsa tiene eco. Nos recuerda que los procesos largos, las divisiones inferiores sólidas, la formación en valores y la ética del trabajo no son ideas románticas, sino cimientos del verdadero desarrollo deportivo. No hay país futbolísticamente maduro sin educación, sin estructura, sin respeto por los tiempos del aprendizaje. 

El riesgo es creer que esta advertencia es solo una crítica al sistema. En realidad, es una defensa del espíritu del deporte. Porque lo que Bielsa plantea es universal: cuando el juego pierde su vínculo con la pasión, cuando el espectáculo reemplaza al esfuerzo genuino, cuando el dinero define quién juega y quién no, entonces el deporte se vuelve otra industria más, vacía de significado. 

Quizás lo que propone Bielsa no sea volver al pasado, sino recordar que el fútbol (como cualquier disciplina) tiene alma. Que detrás de cada pase, de cada gol, de cada camiseta, hay personas, historias y valores que no pueden medirse en cifras. 

Y esa reflexión, en tiempos donde todo parece negociable, vale mucho más que cualquier resultado de fin de semana.

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