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¿Puede el entrenamiento con ejercicios de fuerza ser un aliado en el tratamiento del cáncer de mama?

Esa es la pregunta que busca responder el ensayo clínico Neo Strong, una investigación pionera realizada por Fundación Arturo López Pérez (FALP) que pretende demostrar los beneficios de las rutinas de fuerza en mujeres que reciben quimioterapia.

Fatiga, debilidad muscular, pérdida de energía y ánimo bajo. Esos son algunos de los efectos secundarios de la quimioterapia, un tratamiento que, aunque salva vidas, también puede impactar profundamente el bienestar de las pacientes.

Frente a este escenario, muchas mujeres —y sus familias— optan por limitar la actividad física durante los meses de tratamiento, creyendo que el reposo favorece la recuperación. Sin embargo, permanecer inactivas puede tener el efecto contrario: acelera la pérdida de masa muscular y reduce la capacidad del cuerpo para responder a la terapia.

Esa realidad motivó al equipo de kinesiólogas de la Fundación Arturo López Pérez, en colaboración con la Universidad de La Frontera (UFRO) y la Universidad Cruzeiro do Sul de Brasil, a desarrollar el ensayo clínico Neo Strong. Este estudio busca determinar los efectos del entrenamiento con ejercicios de fuerza en mujeres con cáncer de mama que reciben quimioterapia neoadyuvante (NAC), es decir, antes de la cirugía mamaria.

“Sabemos que la pérdida de masa muscular durante la quimioterapia es un factor de mal pronóstico, ya que se asocia con mayor mortalidad, cardiotoxicidad y menor calidad de vida. Queremos demostrar que el ejercicio tiene el poder de cambiar ese escenario”, explica Macarena Artigas, kinesióloga e investigadora postdoctoral en FALP .

Aunque existen estudios que muestran los beneficios del ejercicio en mujeres sobrevivientes de cáncer de mama, aún no se ha evaluado lo suficiente su impacto en la etapa activa del tratamiento. Neo Strong busca justamente eso: incorporar la prehabilitación -preparar el cuerpo antes de la cirugía y durante la quimioterapia- como una herramienta terapéutica dentro de la oncología moderna.

Los efectos del ejercicio en mujeres con cáncer de mama

El estudio contempla la participación de 68 mujeres con cáncer mamario y  quimioterapia neoadyuvante. La mitad recibirá la atención habitual, mientras que la otra mitad participará en un programa de entrenamiento de fuerza durante 16 a 20 semanas, dos veces por semana, en el gimnasio de kinesiología de FALP equipada con máquinas y pesas. Actualmente, 20  pacientes ya forman parte del estudio, bajo la supervisión de las kinesiólogas Macarena Artigas y Javiera Cortés.

Tras ocho meses de investigación, los resultados iniciales son prometedores: el ejercicio de fuerza mejora la tolerancia a la quimioterapia, reduce la fatiga y ayuda a mantener la masa muscular y la autonomía física.

“Hemos visto que las pacientes que entrenan fuerza toleran mejor los efectos secundarios de la quimioterapia, mantienen su independencia para las actividades cotidianas y conservan su masa muscular. Además, se sienten más activas, con mayor energía y autoestima”, comenta Artigas.

Sara López, una de las participantes, lo confirma: “Llevaba mucho tiempo sin moverme por las citas médicas y exámenes. Venir a entrenar fue muy positivo. Después de la quimio me sentía pésimo, casi no salía de la cama, pero luego de los ejercicios me iba a casa mucho mejor, con más energía”.

Lo mismo ha experimentado Gissela Castillo, paciente con cáncer de mama triple negativo. “Acá me siento mejor que en casa. Vine un día con mucho dolor y las kinesiólogas adaptaron mi rutina. Salí sin molestias y pasé el día mucho mejor. Me ayuda mental y físicamente; incluso me permite cuidar mejor a mi hija”, afirma

Según Javiera Cortés, kinesióloga de FALP, estos testimonios reflejan el valor del estudio: “Durante años se creyó que las pacientes con quimioterapia debían permanecer en reposo, pero estamos demostrando que el ejercicio es seguro, necesario y mejora su calidad de vida”.

Hacia una oncología más integral

Los beneficios observados hasta ahora son contundentes y refuerzan el valor de la actividad física como parte del tratamiento oncológico. Entre ellos destacan:

  • Preservación de la masa muscular y de las funciones físicas.
  • Disminución de la fatiga y aumento de la energía.
  • Mejora de la respuesta al tratamiento.
  • Prevención de la sarcopenia (pérdida progresiva de masa y fuerza muscular que ocurre con el envejecimiento y está asociada con la inactividad física).
  • Incremento de la autoestima y bienestar general.

Los resultados finales del ensayo se conocerán durante el primer semestre de 2026, pero todo indica que el entrenamiento de fuerza podría convertirse en una herramienta clave para mejorar la calidad de vida, la recuperación y la supervivencia de las mujeres con cáncer de mama.

Con Neo Strong, FALP da un paso decisivo hacia una oncología más integral, en la que el ejercicio se incorpora como parte esencial del tratamiento médico y no solo como una recomendación complementaria.

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