Cuando emprender se vuelve la única alternativa para salir adelante, no hay ninguna limitación para llevarlo a cabo.
Muchas pueden ser las razones por las que se independizan las(os) chilenas(os), pero existe un patrón que se repite: Todos desean mejorar su calidad de vida, tener más tiempo para pasar con su familia, ser sus propios jefes y estabilizar la economía del hogar.
En Fondo Esperanza (FE), la comunidad de emprendimiento solidario más grande de Chile, se derriba el mito que para comenzar a ser microempresario es necesario ser joven y tener experiencia en administración. Entre los requisitos para entrar a FE, se encuentran el hecho de tener un negocio formal o informal funcionando y tener las ganas de hacerlo crecer. Se apuesta por la capacitación y el aprendizaje continuo; contar con la confianza de que con esfuerzo se puede llegar lejos.
Varios son los casos de éxito. Sin ir más lejos, en San Fernando vive Natividad Campos, una joven emprendedora de 23 años que decidió emprender tras ser madre muy joven, debiendo postergar sus estudios superiores. A puro pulso instaló su taller “Morita Artesanías”, dedicado al rubro del deco arte y porcelana fría.
“Necesitábamos una ayuda económica para salir adelante y estar vigentes. En Fondo Esperanza no te piden tanto papeleo, mil veces mejor que otra institución. Hemos logrado comprar desde insumos, materias primas para trabajar hasta remodelar nuestro taller. Hemos crecido y ampliado el rumbo a lo que estábamos dirigido”, manifiesta.
A tan corta edad, Natividad es una de miles de mujeres que debe compatibilizar su trabajo, su casa y el cuidado de su hija. Cuenta que lo más importante es: “Ser firmes, perseverantes y no dejar de soñar”.
En Pichidegua, vive Raquel González, una empeñosa madre de cinco hijos que con 73 años ha sacado adelante a su familia, dedicándose a la repostería y masas saladas como empanadas y pan amasado. “Llevo más de cincuenta años en esto, ya que siempre me gustó aportar en mi hogar. En los momentos difíciles, gracias a mis ventas pudimos arreglarnos con los gastos de la casa”, señala.
Hace más de cuatro años la invitaron a Fondo Esperanza (FE), aceptó y hoy es fiel a la institución: “Tengo una excelente relación con mi Banco Comunal, lo pasamos muy bien y somos muy organizadas. Tenemos nuestros códigos internos, lo que nos ayuda a mantener exitosamente nuestro grupo”.
Según Raquel, FE no sólo le permitió aprender a administrar sus ganancias, sino que también se trasformó en un importante círculo de amistad. “Disfruto el convivir con otros, por eso espero con ansias mis reuniones de Banco Comunal”, enfatiza.
Todas son mujeres que han sorteado los obstáculos que a cada una le ha puesto la vida. A pesar de que una no tuvo la posibilidad de estudiar por convertirse en madre a temprana edad y la otra debió ser el sustento de su familia luego de quedar viuda, no han dado pie atrás y han sabido potenciar sus capacidades, administrar sus emprendimientos y mantenerlos en el tiempo. Siempre acompañadas de Fondo Esperanza.






















































