Líder es la habilidad, capacidad y aptitudes de una persona para conducir a sus seguidores hacia el logro del objetivo consensuado. ¿Es líder Bachelet? Acaba de ordenar la producción de un video sobre su “legado”, pagando $ 40 millones a una ex funcionaria de palacio, con cargo a todos nosotros, los contribuyentes y con el sesgo socialista tal como lo ordenó Allende en un discurso ante el Congreso de Periodistas de Izquierda de 1971: “La verdad objetiva no debiera existir en el periodismo porque el deber supremo del periodista de izquierda no es servir a la verdad sino a la revolución (El Mercurio 9/04/1971)”]. Yo no soy periodista y aquí lo hago gratis:
Sigamos la trayectoria política de Bachelet. Hay hitos y hechos que revelan su incapacidad conductiva. Ausencia de la lideranza, algo que no tiene pero que tanto le pide la concertación.
En 1979 regresó a Chile después de vivir varios años en una de las peores dictaduras comunistas. ¡Heil Honecker¡ De ser políticamente una figura desconocida, apareció públicamente en el 2000 cuando Lagos la designó ministra de Salud. Durante dos años en ese ministerio no hubo nada excepcional ni destacable. Por el contrario, la deuda de los hospitales públicos se disparó. Las listas de esperas para lograr ser atendido por los servicios públicos de salud continuaron creciendo. La Corte Suprema le prohibió la distribución gratuita de la píldora del día después por sus efectos colaterales abortivos. No hubo inversiones destacables en instalaciones de salud. Sin embargo tales deficiencias pasaron “piola” amagadas por sus dones personales, sonrisas y simpatía reconocidos y alabados hasta por sus adversarios.
Las sonrisas le valieron ser ascendida en 2002 a ministra de defensa en que se le recuerda por su paseo en un tanque. Tampoco se le conocen iniciativas importante en materia de defensa nacional cuyos planes continuaron su ejecución programada, pero las sonrisas a diestra y siniestra iban ampliando su capital político.
En 2005 es elegida presidenta y su mediocre administración se destaca por la revolución pingüina estudiantil en protesta por las incumplidas promesas reformistas que nunca de concretaron. El faraónico proyecto Transantiago debutó con pitos, flautas y sonrisas pero, producto de la soberbia reinante, fue inaugurado sin un previo ejercicio piloto para corregir los errores que el papel no detecta. Un fracaso hasta el día de hoy. Inauguró el hospital inconcluso de Curepto, el que debió pedir prestado enfermos a otros hospitales para darle realce al acto. Debe reconocerse que la reforma previsional para crear un sistema mas competitivo y con mayor asistencialidad en beneficio de las personas de menores ingresos fue un logro. Al término de su mandato debió enfrentar en forma desastrosa las primeras medidas de emergencia derivadas del terremoto del 2010. Dramáticas fueron las transmisiones por televisión de los asaltos al comercio en Concepción ante el desgobierno reinante. Ello, mas otras fallas por negligencia dieron origen a un proceso penal que aun no termina. Pero sonriente, como si nada pasara, logró entregar la presidencia con una gran popularidad a pesar del balance de su gobierno resumido en un mediocre crecimiento económico de 2,9 % anual.
Siguiendo la trayectoria de muchos políticos izquierdistas, se refugió en la ONU Mujeres, organismo hasta ese momento desconocido, bien remunerado, cuya contribución fue el estatuto para eliminar y prevenir la violencia contra las mujeres. Instrumento hasta hoy de desconocida eficacia.
Sonriente, como era usual, regresó a Chile en 2013 y por segunda vez llegó a la presidencia, ahora de la mano con el partido comunista incorporado a la concertación. Un ambicioso programa socialista, demoledor, con una retroexcavadora en mano, a ser ejecutado por un grupo de políticos inexpertos.
Se creó un clima de desconfianza y desaprobación por los malos proyectos legislativos, cuoteos, favoritismo políticos y los delitos de platas mal habida que se ventilan hasta hoy. Todo ello de tal magnitud que ha borrado las sonrisas presidenciales, sustituyéndolas por un discurso plano, aburrido, leído con desgano y con una mirada perdida. Las numerosas encuestas de diferentes fuentes continúan mostrando el descontento y derrumbe creciente de su popularidad, poniendo en duda la confiabilidad y capacidad de la gobernante, a lo que se suma el descrédito de sus opacos ministros, defendiendo lo indefendible y sin que alguno muestra un mínimo de liderazgo sustitutivo. El ministro del Interior ni siquiera se atreve a presionar para que el administrador de la moneda sea exonerado.
La conclusión es que Bachelet nunca fue líder pero, hasta hace poco, atraía a moros y cristianos con su sonrisa, algo que en los seres humanos, sin racionalidad alguna, genera una cercanía que puede llegar hasta producir una sensación de felicidad pero que, cuando se enfrente a la dura realidad, se da cuenta que no era más que un dulce manjar en medio de una hecatombe.
Javier Fuenzalida Asmussen






















































