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Ciencia en las aulas: el desafío de Chile para formar pensamiento crítico

Fundación Fénika, motiva a las comunidades educativas para conocer su entorno y transformar la realidad. Oportunidad donde la innovación pedagógica y conexión con la vida cotidiana, nos permite despertar la curiosidad e interés por el aprendizaje.

Cuando debatimos sobre el futuro educativo, la enseñanza de las Ciencias ocupa un lugar estratégico en el crecimiento de nuestro país. No solo representa un factor clave para la competitividad, el desarrollo tecnológico y un ambiente sustentable: simboliza el eje para la formación de ciudadanos con pensamiento crítico, dispuestos a resolver problemas y enfrentar los desafíos globales del siglo XXI.

Hoy, uno de los desafíos de la educación escolar, apunta a incentivar el acceso de los escolares al mundo científico. La tendencia es aplicar escenarios y temáticas lúdicas e inspiradoras que destierren su rótulo de “complejo”, ausente de la vida cotidiana y dependiente de la memorización de contenidos.

A juicio de la Directora Ejecutiva y Científica de Fundación Fénika, Margarita Santiago, existen múltiples estrategias para fortalecer la calidad de la educación de las Ciencias en el aula, vinculadas a “la implementación de metodologías activas, que tengan que ver con reconocer, entender y solucionar problemáticas del entorno o situaciones reales. Asimismo, contextualizar el aprendizaje para enganchar a los/as estudiantes, brindado mayor sentido al aprendizaje recibido”.

Entre las prioridades, resulta de vital importancia “consolidar un interés sostenible, mediante el uso combinado de entrega de contenidos científicos, pero también enseñando cómo hacemos Ciencia. La experiencia arroja que ambas son importantes y deben ser complementarias”, añadió Santiago.

Escenarios y realidades que inspiran

Un ejemplo concreto lo ofrecen las actividades y programas del Ministerio de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación, promoviendo clubes y ferias científicas escolares a lo largo de todo el país. Instancia donde los y las estudiantes, han desarrollado proyectos tan diversos como sistemas de purificación de agua, investigaciones sobre flora nativa o prototipos de energías renovables a pequeña escala.

Para la Directora Ejecutiva y Científica de Fundación Fénika, “estas iniciativas, además de entregar herramientas prácticas, fomentan el trabajo en equipo y la capacidad de comunicar resultados, competencias esenciales para cualquier campo profesional”.

La experiencia internacional también ofrece luces. En Finlandia y Estonia, países que destacan en pruebas internacionales como PISA, la enseñanza de las ciencias se basa en proyectos interdisciplinarios que vinculan física, biología, química y matemáticas a problemas reales de la comunidad. Adaptar estas prácticas a la realidad chilena es un desafío, pero también una oportunidad de renovación educativa.

Actualmente, mejorar la enseñanza de las Ciencias no obedece a un lujo, sino que responde a la necesidad de consolidar un futuro sostenible, que logre el equilibrio entre los aspectos económico, social y ambiental. El país enfrenta retos como la crisis climática, la transición energética, la escasez hídrica y la transformación digital. Sin duda, problemas que requieren ciudadanos con capacidad de innovar.

Si ponemos el foco en la educación científica desde tempranas edades, incentivamos las transformaciones futuras, preparando estudiantes capaces de proponer soluciones y debatir sobre temas de interés. La instancia permite aportar desde el conocimiento, sobre cuestiones que ya no le parecen lejanas, sino que le pertenecen. De ahí su valor y relevancia en todos los procesos de transformación económica, social y tecnológica a las que hoy nos encontramos sujetos.

Una tarea colectiva que requiere un compromiso conjunto, asociado a “políticas públicas que prioricen formación docente y escuelas con mayor autonomía para la innovación educativa. La ciencia escolar no depende necesariamente de contar con laboratorios sofisticados ni de grandes presupuestos, sino de la capacidad de los docentes para transmitir el cómo hacer ciencia con lo que está a nuestro alcance. Lo esencial es que los y las docentes, tengan las herramientas pedagógicas para guiar a sus estudiantes en este proceso” explicó Margarita Santiago.

Bajo el presente escenario, Fundación Fénika, se suma a este desafío desde la educación no formal de las Ciencias, para alcanzar a una diversidad de públicos sin especialización. A partir de lo señalado, la enseñanza de las Ciencias en las aulas y, fuera de ellas, resulta un camino ineludible. Aportar en educación científica es sembrar, desde hoy, las semillas de un futuro próspero tanto para la humanidad como para nuestro hogar, el planeta Tierra.

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