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Nostradamus, Verne, Keynes y Piketty

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El ser humano no resiste la futurología. Nostradamus pronosticó el fin de los impuestos, lo que desgraciadamente no ha ocurrido. Julio Verne por ahí por 1860 visualizó naves espaciales lanzadas desde Florida, trasatlánticos, Nautilus, helicóptero, motor a explosión, internet, fax, ascensores, etc. Todos en algún momento hemos predicho algo. Unos por intuición, otros consultando a los astros, las gitanas, las hojas del té, los naipes, el Tarot y los académicos con modelos, metodologías y estadísticas.
Keynes, el famoso economista era además un gran matemático experto en probabilidades. Revolucionó la ciencia económica con sus teorías ideando un modelo para explicar los ciclos económicos de corto plazo, pero también sucumbió ante la tentación de proyectar la economía a los futuros cien años.

 

En 1928 escribió “Possibilities for Our Grandchildren”.
Predijo que alrededor del 2020 el progreso económico sería de tal magnitud que ganar dinero no sería una preocupación. La jornada diaria sería de tres horas, más que suficiente para alcanzar el bienestar que vislumbraba. A pesar que un año después, en 1929, se produjo la gran hecatombe financiera, opinó que era tan solo una interrupción menor en el camino hacia la prosperidad futura. Los aportes de la ciencia y la tecnología generarían grandes innovaciones que harían del progreso algo inevitable. El problema principal no sería el trabajo, sino qué hacer con el tiempo disponible para no caer en el tedio o en un colapso depresivo colectivo. Nada de lo anterior ha sucedido.
Ahora apareció un nuevo futurólogo. Thomas Piketty, un socialista allegado a Hollande que publicó hace dos años atrás “El capitalismo del Siglo XXI”. Un éxito de ventas, pero a su vez, el libro menos leído según los comentaristas (muchos lo abandonan alrededor de la página 26). Aplaudido por economistas como Joseph Stieglitz y Paul Krugman pero también ácidamente criticado por otros de la talla de Deirdre McCloskey y Xavier Sala-i-Marti, quien acaba de visitarnos.

 

Su tesis central es que la rentabilidad del capital supera y seguirá superando la tasa de crecimiento económico, acrecentando la concentración de la riqueza como lo pronosticaba Marx. La crítica ha sido demoledora por pecar de reiterados errores conceptuales, (McCloskey dice que lo rajaría en un examen de economía de primer año) como definir el capital solo como la suma de palas y picotas ignorando las vivienda y bienes durables, y especialmente el capital humano. Erróneamente sostiene que la concentración es producto de la herencia. Recientemente Gregory Clark acaba de publicar “The Son also Rises” en que demuestra que las herencias no sobrepasan la tercera generación y que los grande ricos de hoy eran inicialmente no ricos, incluso pobres. Se detectan además múltiples errores estadísticos que no permiten extrapolar ni el crecimiento, ni la distribución de la renta, como lo presenta.
A pesar de todo los futurólogos seguirán existiendo.

 

 

Javier Fuenzalida A.

Profesor, Universidad Finis Terrae

 

 

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Diario El Cachapoal - Región del Libertador General Bernardo O'Higgins, Chile.
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