Como todos los años es en este período primaveral cuando nos acordamos de la planificación del arbolado urbano, donde las alergias y los estornudos parecen no tener tregua.
La proliferación de pólenes y semillas se hace más notoria en primavera, más si en nuestro entorno abundan ciertas especies vegetales. Ello ocurre porque en áreas verdes y nuevas urbanizaciones, las autoridades públicas y empresas constructoras han preferido árboles de rápido crecimiento y alta adaptabilidad. El caso más común son los plátanos orientales (Platanus orientalis) en las calles de Santiago.
Al respecto, existen alternativas más sustentables, menos dañinas para la salud y más acorde con el medio ambiente, como el uso de árboles nativos. De hecho, en la zona central del país se podrían plantar, en las plazas y parques, árboles siempre verdes y con bajísima proliferación de alérgenos como quillayes (Quillaja saponaria), pataguas (Crinodendron patagua) y mirtos (luma sp).
Para el norte de Chile, taras (Caesalpinia sp.) Algarrobos (Prosopis chilensis), tamarugos (Prosopis tamarugo), chañar (Geoffroea decorticans), pimientos (Schinus molle) y para el sur del país, notros (Embothrium coccineum), canelo (Drymis winteri) y avellanos (Gevuina avellana).
Todos estos árboles, desde hace siglos han estado con nosotros formando parte del paisaje ancestral. Además, sirven de posaderos, sombreadero y de alimentación para las aves. Muchos de ellos no botan las hojas, y en invierno nutren de oxígeno a las ciudades ayudando a combatir el aire contaminado y lo mejor, son chilenos.
Jadille Mussa C.
Directora de la Escuela de Arquitectura del Paisaje
Universidad Central de Chile
