En 1960 Aníbal Pinto Santa Cruz, intelectual socialista ligado a la Cepal, en su libro “Chile un caso de Desarrollo Frustrado” alertó que “El subdesarrollo económico junto a un avanzado desarrollo político llevaría al país a una crisis democrática de gran envergadura”. El avanzado desarrollo político se entendía como la estabilidad política comenzada en 1830, interrumpida sólo por la revolución del 91 y los años anárquicos entre 1925-32 acompañado de nuevas corrientes políticas como el partido Radical, Democrático, Socialista, Comunista, y la escisión del partido conservador, dando origen a la Falange Nacional. Había madurez política, tolerancia y gobernabilidad. Esto contrastaba con el subdesarrollo económico imperante y que hizo crisis con Allende. Era un Chile de menos de US$ 1.000 per cápita.
No hay duda que el acelerado crecimiento económico, (7 % anual) que se inicia luego de la recesión de 1982-84 hasta 1998, fue acompañado por una transición pacífica de modo que no se produjo el desbalance que Pinto alertaba y que condujo a la ruptura de 1973. Sin embargo en estos últimos años se viene observando un recrudecimiento creciente de intolerancia dentro de la clase política. Es alarmante porque ya no hay diálogo, ni consensos que permitan una sana gobernabilidad. La oposición bloquea o torpedea los proyectos del Ejecutivo, simplemente porque no tolera los éxitos del actual Gobierno. Se rechazan proyectos sin discusión previa. Se da legitimidad a la violencia callejera, a las tomas, a las huelgas ilegales, a los daños a la propiedad pública y privada, incluso a los encapuchados y se nos amenaza con imponernos reformas “por las buenas o por las malas”. Un grupúsculo de abogados grafiteros llama a mal usar un instrumento del estado, la papeleta para votar, para hacer propaganda.
Algunos historiadores y cientistas políticos observan con preocupación estas manifestaciones de parte de una insignificante minoría, la calle, aplaudida y apoyada sin pudor por políticos como si representara a toda la opinión pública. Ignoran el abismante contraste entre la calle y los ciudadanos, evidenciado por estudios de opinión, metodológicamente rigurosos en su elaboración e interpretación. ¿No se estará generando nuevamente un desbalance inverso al que señalaba Aníbal Pinto en 1960? Esta vez hemos avanzado vertiginosamente en materia de crecimiento económico, lo que nos coloca a las puertas del mundo desarrollado, pero simultáneamente con un retroceso político e institucional que, en las palabras de Pinto podría llevarnos a otra grave crisis. De continuar el estado de cosas, el desorden político aumentará, rompiéndose bloques, surgiendo innumerables mini-partidos, y la desaparición de algunos de los mayores actualmente existente. La calle como barómetro de la opinión pública es una antesala de caos económico. Adiós al desarrollo. No es por casualidad que la última encuesta Bicentenario de la UC, al indagar sobre la credibilidad de las instituciones, revela que los partidos políticos y el Congreso tienen una aprobación que no supera el 3%, en cambio la de las Fuerzas Armadas es la más alta y se empina al 46%. ¡Cuidado!
Javier Fuenzalida A.
Profesor, Universidad Finis Terrae
