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Chiloé No es Chile

columnista5

Hace 25 años que no visitaba Chiloé. El antiguo paisaje de humildes casas, carretas y caballos cambió. Ahora vemos buenas viviendas, más grandes, modernas, bien mantenidas, muchas con auto y camioneta. Son 212 mil habitantes en sus 140 islas cuyo progreso a un ritmo de 5,9% en 2014 contrasta con el frágil 2% del país. Cuenta con modernos pequeños y confortables hoteles, todos muy bien atendidos con personal atento y sonrientes, tan diferente al Chile Central donde los dependientes de tiendas, restaurantes y bares son oscos, mala voluntad y hasta groseros.

 

Muchas de sus 165 iglesias coloniales están restauradas y bien conservadas. Una característica notoria en toda la isla es la ausencia de grafitis y rayados índice de una conducta cultural muy superior al del Chile de Santiago, Valparaíso, Concepción y otras ciudades deterioradas por la inmundicia pública y los grafitis que no respetan monumentos, iglesias u obras de la naturaleza, violentando la propiedad pública y privada, y que algunos snob los admiran como una forma de arte.

 

Castro, la segunda ciudad más antigua de Chile, ha sido injustamente denostada por su nuevo mall. Urbanistas, arquitectos, premios nacionales y su colegio no han ahorrado epítetos en contra de esta construcción, incluso photoshopiando fotografías para denunciar una falsa visión que chocaría con su Iglesia principal. Saqué fotografías de la iglesia desde varios ángulos de la plaza enfocándolas en dirección al mall. En ninguna de ellas se ve esa construcción. Saqué otras desde el mall enfocando hacia la iglesia y tampoco se ve ésta. Saqué desde un tercer punto a uno 500 metros de la costa desde un catamarán y efectivamente se ven ambas construcciones a una distancia suficiente que no incomoda.

 

Rodolfo Miani, el arquitecto argentino del mall difiere en su proyecto de los horribles y hostiles paralelepípedos cerrados diseñados por sus colegas chilenos y tan aplaudidos por la profesión. El de Castro es de líneas suaves, grandes ventanales. Paredes curvas los convierten en una amigable estructura imitando madera. Los castrenses esperan con ansias su próxima apertura que les beneficiará con un comercio diferente del actual, precario, y que les ahorrará tener que viajar 300 km a Puerto Montt para compras importantes con una larga espera en los transbordadores, pagando $ 11.000 por cada pasada.

 

Entiendo que hubo intentos en construirlo con más pisos que los actuales, lo que no se materializó, lo que refleja una conducta habitual de los inmobiliarios chilenos que suelen alterar arbitrariamente los diseños aprobados por los municipios. En Santiago existe la práctica de instalar comercio en los lugares destinados para estacionamiento de los clientes (lavado de autos, cambio de ruedas, venta de accesorios, etc.) sin que el colegio de arquitecto y las autoridades objeten y sancionen estas transgresiones.

 

Tengo la impresión que este ataque del centralismo a los chilotes obedece a celos profesionales porque el mall de Castro fue diseñado por el arquitecto argentino Rodolfo Miani, de gran experiencia en el desarrollo de este tipo de obras en varios países. Una posible razón, los locales pecan de fallas estéticas. Ejemplo los estadios. Mientras en el resto del mundo se les disfraza mediante un diseño más escultórico que arquitectónico para hacerlos menos violentos, en Chile continúan proyectándolos como las horribles formas de la antigüedad.

 

 

Javier Fuenzalida A.,

profesor, Universidad Finis Terrae

 

 

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