Kilómetros de paisajes nostálgicos, sequedad total, donde se observa los años de sequía, la cordillera a medida que se avanza se aprecia nevada, claro que no en su totalidad, pero se agradece su belleza. Los volcanes se comienzan hacer presente, la nostalgia de los rieles del tren y los ríos secos, donde queda muy atrás el recuerdo de los años donde en gran parte del trayecto te acompaña las cristalinas y torrentosas aguas de más de un río que se asomaba en carretera.
Avanzas sin parar observas el camino, lo observas y piensas muchas cosas, son recuerdos vivencias y la nostalgia te invade a medida que el sol comienza alejarse y la oscuridad se hace cargo del paisaje.
Bajas a tomar y café y el olor a sur se hace presente, la humedad, la leña y el cielo despejado… la magia del sur nos tiene un regalo de la naturaleza: La luna con un brillo impresionante junto a Venus y Martes que más puedo pedir!
El camino continúa y llegamos a Temuco, que nos esperaba con su característico aroma a leña, no mucho frió y con ambiente a Copa América.
Un lindo estadio, un grupo de peruanos muy diverso y simpático junto a la alegría de haber compartido historias, vivencias y buena comida… en fin intercambio cultural.
¿Qué opinas luego de lo contado, valió la pena hacer un viaje de 675 kilómetros?
Clo
