Vivo asustada, me dice..
– ¿Por qué? ¿Qué te atemoriza tanto?, le pregunto.
Esto de la delincuencia. Cada día tenemos que colocar más rejas y encerrarnos en nuestra casas. Los ladrones se han adueñado de las calles y de los espacios públicos.
-¿Cuántas veces te han asaltado? Le vuelvo a preguntar.
A mí no, pero a mucha gente. Es cosa de ver la tele y escuchar a las personas en la calle.
-Y si te dijera que en la Región de O’Higgins tenemos un 5% menos de delincuencia que el año 2014. Menos robos y menos hurtos que el año pasado, le indico.
De dónde sacaste esa estupidez me responde indignada.
-Bueno de las estadísticas del Ministerio Público y de la Defensoría Penal.
Pamplinas!! Me grita irritada.
Ahí terminó la conversación. Cambió de tema, pero después insistió en que el Gobierno quiere maquillar las cifras y ocultarle información a la gente. Me habló del sentido común, por cierto, esa experiencia que no surge de la academia ni de los estudiosos, sino del sentir de la gente, de sus historias y de cómo debe vivir día a día con miedo.
Le recordé entonces, que hace unos días mucha gente salió corriendo a echar bencina a sus autos porque las redes sociales expandieron un falso rumor de desabastecimiento y que a ella le pasaba lo que a mucha gente, no quiere oír nada que la saque de sus convicciones. Se siente cómoda en su sillón de rabia y miedo. Eso ocurrió cuando el subsecretario Aleuy quiso – tímidamente – decir que la delincuencia se mostraba estable.
En fin, el llamado sentido común si lo quieres asimilar a la inteligencia popular, no tiene ningún asidero – le dije – sino recuerda que este país hace muchos años le creyó al Cóndor Rojas eso de la bengala en su cara y que Twitter, Facebook y las demás redes sociales contienen en un noventa por ciento, mentiras, chacotas y datos alterados.
La delincuencia en la región de O’Higgins ha disminuido este año le repetí, en todos los delitos, incluidos los asaltos, robos y hurtos.
Se amurró. Hizo como que buscaba algo en su celular, alguna noticia dramática en “sangrevisión” o – tal vez – alguna de esas cartas lloronas con que los vecinos adornan ciertos diarios.
Pero la gente tiene miedo, me dijo después de algunos minutos.
Ah, pero eso es otra cosa – le dije – que no tiene que ver con la delincuencia sino con otro fenómeno. Le conté que en la década pasada en España se hizo un estudio para determinar porque si ese país tenía el índice más bajo de homicidios de Europa eran los más atemorizados del continente. El resultado de algunos expertos fue que cierto diario y ciertos canales de televisión abusaron del amarillismo, sin limitarse en imágenes truculentas y morbosas, provocando después de algunos meses que los españoles creyeran que los estaban matando en las calles, y por el contrario, era uno de los países más seguros del planeta.
Es mucho más probable que te atropellen, que mueras de un infarto o de un tumor – que son las causas más comunes de muerte en la región – a que te maten en un asalto, te lesionen o te violen. Entonces, si quieres tener miedo elige una mejor excusa, sale a la calle y escóndete cada vez que veas un auto o pasa metida en alguna clínica haciéndote exámenes, pero vivir con temor a la delincuencia es puramente perder el tiempo.
Alberto Ortega Jirón
Defensor Regional