Estábamos todos nerviosos y temblorosos. Muchos presagiaban el peor de los desenlaces en Iquique, sobre todo por el juego y resultados que venía obteniendo O’Higgins. Reponerse de dos goleadas consecutivas y una en calidad de local, auguraba una dura tarde noche en el norte.
Sin embargo, y a pesar del justificado pesimismo, el equipo demostró coraje, entereza y cohesión, algo pocas veces visto. Hubo conexión entre líneas y los espacios groseros defensivos ante la «U», fueron parte del pasado vergonzoso. El sábado la oncena se mostró serena, concentrada y conciente del presente que vive, pero con unas ganas de ganar que ya creíamos extintas.
El trauma esquisofrénico de no encontrar la solidez en el último tercio del campeonato, es una condición que en los últimos 8 años no nos abandona. No obstante, frente de los «Dragones» el miedo de caer a las brasas del descenso, nunca fue protagonista.
Y aquí es menester detenerse para analizar algunos factores que inciden en el drástico cambio.
1) Víctor Fuentes ordenó su cabeza, transformó su out fit, se plantó como líder en el borde del campo y puso a cada jugador en el puesto que mejor se desenvuelve, sin invento extraño ni osadías personales.
2) Los hombresde experiencia entendieron que la estantería se sotiene en ellos y que para eso están en el club, a pesar de la muy mala campaña.
3) La camada joven, obra y construcción de Fuentes en las divisiones menores, comienza a emerger ya no solo como alternativa, sino más bien, como un grupo de proyección en casa y el fútbol nacional.
4) La hinchada incondicional admirable, solidaria y amante de estos colores.
El próximo cotejo es clave. La Calera, nuestro rival. Es una final de equipos que cojean en la competencia, que se saludan cada vez que pasan por la Unidad de Tratamiento Intensivo y siempre son clientes frecuentes en las salas de emergencia. A veces andan con tubos de oxígeno y los médicos son reacios a darles el alta.
¡Partido de 9 puntos! dicen las frases clichés de este deporte.