El hombre nace, en la medida que va creciendo, aparecen las necesidades, los deseos, las ambiciones y los sueños.
Se llega al momento, tan importante en la vida, el contraer matrimonio y nace, en ese instante, el formar una familia, pues cada matrimonio lo que anhela es la llagada de los hijos, que le darán forma a la familia.
Una de las oraciones que eleve al cielo, fue el poder engendrar hijos y que llegaran como un regalo divino. En lo personal, recibí tres de estos premios, un varón y dos niñas. Un grupo espectacular para disfrutar la vida.
Había leído de un psicólogo español, que los hombres proyectan hasta con 30 años de antelación. Soñé, junto a la compañera que era la parte más importante de la familia, mi Rucia (Se llamaba Eliana María del Rosario) nos preparamos para recibir un niñito y aquel acontecimiento, un 29 de Octubre fue sencillamente el día más soñado que celebramos con alegría, la que compartieron las dos familias de tíos, quienes recibían al recién llegado con mucho beneplácito.
No sólo lo recibí en mis brazos a los pocos minutos de haber nacido. Era el más lindo de mis sueños al que le estaría entregando lo que necesitara en sus primeros años de vida.
Fue creciendo y me fue sorprendiendo, cada día, con su clara inteligencia, además de entregar su cariño y afecto.
¿Ustedes, son hermanos…? Nos dijeron en la calle, la primera vez sonreímos, mas adelante consideraban que había muchos rasgos que sencillamente eran increíbles.
No podía separarme muchas horas, ese era motivo para su preocupación que amarraba con la llamada telefónica: “papá, donde estas…? Necesitas algo…?
Esa relación tan estrecha, donde solamente su madre podía decir que ella acaparaba la mayor cuota de cariño.
Cada cumpleaños era el motivo de compartir y reírnos, captar ese instante en una fotografía, las que se fueron coleccionando con el correr de tiempo y los años.
Si su llegada a nuestro hogar fue un regalo del cielo, su partida fue el día de tristeza, de la que aun no me puedo curar.
Lo siento a mi lado, me acompaña, extraño su presencia física. Para salvar esa situación tengo en mi mano sus fotografías, en ellas busco el consuelo.
Mañana, volveremos a encontrarnos en su cumpleaños. Su puesto quedará junto al de su madre. En el otro extremo nos quedaremos con sus hermanas, a las que protegió con viril energía. Estarán sumándose sus sobrinas a las que le entregó un cariño increíble.
Estaré recordando aquel día cuando lo acariciaba en mis brazos para decirle en silencio que soy un agradecido del cielo que me haya regalado un hijo, como Mauricio, con el que disfruté tantos años y sigue vivo en mi recuerdo.
David Pérez Arce
Periodista