Tomándonos un café en su oficina, el abogado Alfonso Leppe Navarrete, me hizo una confesión que me dejó atónito.
“La muerte de un hijo, es algo que no se supera…”
Esto fue hace muchos años. Pare decir verdad, en la década de los años 90, cuando debí retornar al norte para resolver algunos asuntos personales.
Alfonso Leppe, con quien me unía una amistad, nacida en Calama, cuando era el Prefecto de El Loa y nos unió una fantasía, que no era un tema menor. Se trataba de construir un hogar para albergar a los niños de la fundación “Niño y Patria” que recogió niños abandonados a su suerte y que a través de esta institución, muchos crecieron, se educaron, se convirtieron en ejemplo de ciudadanos.
La campaña que iniciamos en Calama, donde participó activamente Anabella Montes de Oca de Salazar, dio sus frutos, porque golpeamos muchas puertas. Se logró construir un edificio en el sector más central de Calama y allí quedó instalado ese edificio cuyos cimientos, muy sólidos, son la generosidad, el cariño y el esfuerzo de un montón de gente de buena calidad humana.
Hicimos muchos recuerdos en aquella reunión de viejos amigos. Hasta nos reímos de buenas ganas cuando recordamos que para la inauguración de aquel hogar de menores no fuimos invitados… No nos pueden quitar esa alegría tan inmensa de haber tomado parte, desde la idea, el proyecto y la construcción de esa obra que cumple un lindo objetivo.
Traje el recuerdo de aquel café en la oficina de Alfonso Leppe en Antofagasta, al enterarme de la noticia que Javier Marga, ese mocetón que era difícil voltearlo, se vino al suelo, al perder un hijo con el que anduvo en todas partes. Disfrutó hasta los 23 años cuando su hijo emprendió este viaje sin retorno.
Me acordé de la frase de mi amigo: “la muerte de un hijo, es algo que no se supera”…
Doy fe, que esa pérdida no se supera. Es más, se lleva en el alma.
David Pérez Arce
Periodista
