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Un esperanto que se escribe en pentagrama

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En la columna anterior, desarrollé algunas de mis ideas sobre el ensayo de Eileen Karmy sobre cumbia chilena. Entre otras cosas, me enfoqué en el carácter democrático de ésta y cómo no discrimina clases sociales, género ni edad. Creo firmemente que esa es una de las atribuciones del Arte en general y de la música en particular: poder comunicar sin discriminar. Sin embargo, esa no es una cualidad sólo constatable en la música del siglo XX, sino que ha sido un poder bien utilizado a lo largo de la historia.

 

En la época colonial, la música llegó a ser utilizado como un verdadero lenguaje universal, un idioma que permitió que se entendieran personas tan distintas como los naturales y los peninsulares, que dos mundos aparentemente opuestos, como el español y el americano, se dieran juntos en sincretismo.

 

En el ambiente rural, se puede citar el ejemplo de las misiones. Estas aisladas villas de indígenas tenían como fin educarlos en la Fe y en la fidelidad al Rey. Los misioneros usaron la música como arma de conversión, como libro de catecismo, como decreto real y por todo lo anterior, como lengua común. Si bien los misioneros llevaban música, mucha se escribió en las misiones, mezclando unas pocas costumbres de los ritos locales, con las usanzas musicales de la Iglesia Católica. Más alejado de la misión, se puede apreciar mestizaje en los carnavales, como el de La Tirana, donde se conjugan imágenes católicas como la Virgen, con los bailes y música de los chinos, que son de origen autóctono. La música se ve en este caso como una herramienta que hizo dialogar dos mundos aparentemente opuestos.

 

¿Qué pasó en la ciudad? Geoffrey Baker señaló que la urbe colonial fue más que una ciudad letrada, una sonora. Así, él sostiene que la construcción simbólica de la ciudad colonial fue dada por letras y libros, pero difundida por la música, que vino a dar el orden social que faltaba a una nación en ciernes. La música estuvo siempre muy vinculada a la fiesta, que era pública y por tanto era un manifiesto de la función de los distintos edificios que se iban construyendo. Además, citando a Baker “en un lugar donde el analfabetismo era común, los mensajes escritos se comunicaban muchas veces de forma oral, precedidos o acompañados de música […] La música jugaba un papel importante en la transmisión de la palabra escrita y la fiesta les dio vida a esos discursos”. Así, la música en esta ocasión sirvió de método de transmisión que llegó a ser comprensible por personas letradas y analfabetas.

 

La música en la América colonial superó los conflictos raciales, culturales y el analfabetismo. Ambos ejemplos muestran el poder de la música de ser un mensaje común, entendible por personas muy distintas, de ser un verdadero lenguaje universal. La humanidad tiene un idioma transversal y no es el esperanto, es el Arte, la música, capaz de unir lo que parecía antagónico y de llegar a incluir al que había sido dejado de lado.

 

Fuente: Baker, G. La ciudad sonora: música, fiesta y urbanismo en el Cuzco colonial.

 

 

 

Macarena Robledo Thompson

Estudiante de Licenciatura en Artes y Humanidades en Historia de la música y estudiante de Licenciatura en Música con mención en Musicología.

Pontificia Universidad Católica de Chile

 

 

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