Por David Pérez Arce
En la Plaza de Los Héroes de Rancagua, en el frontis de la Iglesia Catedral, como mudo testigo, hay un trozo que cayó de la Catedral en aquella madrugada, cuando el suelo se movía con tanta violencia, que daba en el suelo con los inmuebles, sin importar si eran viviendas o edificios que son parte de la historia de la ciudad.
En medio de la oscuridad, en la inmensa mayoría de los hogares, se buscaba un refugio para ponerse en un sitio seguro, mientras en cada familia había un recuento para saber si todos los miembros de la familia estaban a salvo.
Aquella madrugada, la luna era lo único que alumbraba y demoró en que llegara la luz del nuevo día. Sin comunicaciones, ante la falta de energía eléctrica, no se podían escuchar las estaciones de radio para imponerse de la magnitud de aquel movimiento sísmico.
Cuando pasaron las horas, recién se pudo conocer, desde el extranjero, que eran muchas las ciudades de Chile que habían sufrido el rigor de aquel violento terremoto, agregando a ello, que también el mar había causado daños en muchas ciudades costera, con la pérdida de vidas, las que fueron barridas por la furia del mar.
Chile en estos momentos, ha vuelto a la normalidad, con miles de viviendas que se levantaron, con la normalización del periodo escolar, gracias a que los edificios de los colegios destruidos por el terremoto también se han reconstruido.
Rancagua perdió gran parte de su patrimonio arquitectónico, pues aquellas casas construidas en adobes, mucha de ellas con más de cien años de existencia, cedieron ante la violencia de aquel movimiento sísmico.
Si hasta el Cementerio Nº 1 donde está sepultada gran parte de la historia de Rancagua también sucumbió. Hoy el cementerio tiene un nuevo rostro, dejando atrás su historia, aquella que quedó sepultada en la madrugada de aquel 27 de Febrero del 2010.
