Días atrás la economista de la Universidad Adolfo Ibáñez Andrea Repetto publicó un comentario sobre la distribución del ingreso que título 68.4, al parecer muy afectada por un reciente informe del Banco Mundial (pág. 38) cuyo objetivo es medir el impacto fiscal de la reforma tributaria del 2014. El informe contiene una estimación de la distribución del ingreso a partir de una redefinición arbitrariamente de la renta que arrojó un coeficiente Gini igual a 68.4, lo que sería preocupante ya que la estimación mas recientes basadas en la encuesta Casen da un valor igual a 0.51 que tampoco es conformante si se le compara, sin mas, con el de los países de la OECD que van de 0.21 a 0.35.
Felizmente el cuadro real es mucho menos dramático. Es sabido que tales estimaciones son complejas dada la calidad de la información, su confiabilidad además de la falta de homogeneidad cuando se trata de comparaciones internacionales. Un estudio anterior de los economistas David Bravo y José Valderrama (The Impact of Income Adjustment in the Casen Survey on the Measurement on Inequality in Chile, Estudios de Economía vol. 38, N°1 Jun 2011) basado en la encuesta Casen 2006 reveló la existencia de dos sesgos que exageran la verdadera desigualdad. Uno, las personas de ingresos mas bajos tienden a declarar ingresos inferiores a los efectivos para no quedar marginados de los subsidios estatales. En el otro extremo, los declarantes de altos ingresos tienden a sobrestimarlos en particular el referente al auto-arriendo del bien raíz. Corregido estos sesgos, el coeficiente Gini en 2006 no es 0.52 sino 0.48, cuatro puntos menos. El Banco Mundial ignoró este estudio. No figura en la bibliografía anexada ni lo menciona en su texto. Por el contrario señala, sin aportar evidencias, que las personas de alto ingresos subestiman su verdadero ingreso (pág. 15).
Por otra parte, el Banco mide el efecto regresivo que producen los impuestos indirectos correctivos como alcohol, tabaco, bebidas azucaradas. Si el efecto de estos impuesto ha sido reducir las pérdidas de productividad debió haber incluido esas ganancias e incluir el efecto neto.
Otra omisión del informe se refiere a los Fondos de Pensiones. Las rentas de las inversiones es parte de la renta de las personas, por lo que debió ser imputada. No es un número menor puesto que la cartera de US $ 170.000 millones debe rendir anualmente cerca de US $ 15.000 millones para sus cotizantes, mayoritariamente personas de ingresos medios bajos a medios altos. El correcto tratamiento de estas rentas mejora la distribución.
El punto mas debatible es haber utilizado el nuevo concepto tributario de renta atribuida inventado el 2014. Si bien el objeto del estudio es medir el impacto fiscal de tales cambios, no es correcto utilizar ese concepto para los efectos de medir la distribución del ingreso por cuanto tal renta es inexistente puesto que no se percibe en el año sino hasta en un futuro, cuando la sociedad que lo genera la distribuya entre sus socios o accionistas. Ese día será una renta percibida y tributable. Si se contabiliza como un ingreso hoy, se está incurriendo en una desigualdad imaginaria.
Por otra parte, las personas perciben ingresos compuestos de varias categorías. El primero es la simple renta que generan como producto de su esfuerzo personal en el trabajo y la renta que le proporcionan sus activos. Es el denominado ingreso autónomo. El coeficiente Gini en base a este primer concepto en 2013 fue 0.51. A lo anterior se suman los subsidios estatales monetarios que reciben las personas de ingresos mas bajos para paliar la estrechez económica. El ingreso monetario resultante mejora el coeficiente Gini a 0.48 A ello hay que agregar el auto arrienda de la vivienda, con lo que la nueva distribución indica un Gini de 0.46 (o presumiblemente 0.44 según la metodología de Bravo y Valderrama).
Esas mismas personas se benefician de las políticas sociales del estado percibiendo ingresos en especie como es la educación gratuita que incluye además colación, textos y atención médica y dental a los estudiantes y para sus familias atención gratuita de salud financiada o subsidiada por Fonasa. Las imputaciones de los ingresos en especie hechas por el gobierno mejora el coeficiente llegando a 0.40. A fin de hacer comparaciones con los datos de los demás países de la OECD (0.20 Noruega a 0.41 Turquía o 0.32 promedio del grupo) la homogeneidad comparativa reduce el 0.40 a 0.38 y si Bravo y Valderrama actualizaran sus estudios sería del orden de 0.34. Estamos dentro de los parámetros de la OECD, algo difícil de aceptar para la concertación e igualitaristas. Estos resultados son consistentes con otras variables que muestran en Chile un alto grado de movilidad social tanto intergeneracional como inter-deciles del ingreso y del índice de Desarrollo Humano del Banco Mundial, ambos similares a los de los países de la OECD.
Javier Fuenzalida Asmussen
Profesor, Universidad Finis Terrae
