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Cuando el remedio es peor que la enfermedad: El nuevo rol del consumidor en la remuneración de la transmisión

 

En el año 2016 se promulgó la Ley 20.936, llamada en la jerga del sector eléctrico Ley de Transmisión, la cual presenta un conjunto de mejoras, pero también desaciertos. Entre otras cosas, este nuevo cuerpo legal le entrega al consumidor la responsabilidad de remunerar la totalidad de los costos de la transmisión eléctrica (generados por las inversiones y mantenciones necesarias para contar con una red eficiente y segura). Aunque esto se implementará a futuro de manera gradual al año 2034, la idea principal es que sea el consumidor quien remunere directamente este segmento por completo.

 

Según el antiguo marco regulatorio, tanto generadores como consumidores debían compartidamente remunerar los costos de la transmisión mediante el pago de peajes por el transporte de energía. Uno de los problemas de estos peajes era su volatilidad, variando de manera importante el valor a pagar por los usuarios de la red año a año. Así, el nuevo esquema surgió como el remedio que encontró la autoridad para combatir esta volatilidad que debían enfrentar principalmente los inversionistas en generación, la cual, según expertos, representaba una barrera importante al desarrollo eficiente de las inversiones en el sector. A pesar que esto puede parecer (a simple vista) como un cambio positivo, los resultados de nuestra investigación demuestran que el nuevo esquema implementado es un mal remedio. En principio, si el problema original era la presencia de incertidumbre en el pago de los peajes, lo razonable hubiese sido eliminar (o más bien reducir) dicha incertidumbre del peaje para los generadores y no el peaje en sí.

 

¿Por qué es relevante discutir acerca de esto ahora? Porque la Comisión Nacional de Energía (CNE) publicó recientemente el plan preliminar de transmisión con inversiones millonarias (US$ 3.170 millones) el cual, aunque puede estar bien justificado, encontró una oposición no menor en el sector privado, no sorprendentemente, entre los (grandes) consumidores.

 

Este cambio en la manera de remunerar la transmisión (mediante peajes exclusivos para la demanda, excluyendo a los generadores de la remuneración de la transmisión) trae consigo una variedad de problemas. Elaboro, a continuación, los dos que me parecen más relevantes:

 

En ausencia de peajes para los generadores, los inversionistas en centrales solares y eólicas (nótese que éstas son las dos tecnologías más prometedoras a futuro) preferirán instalar sus equipos más lejos del centro de consumo, buscando los mejores recursos naturales para la generación de electricidad (es decir, buscando generar más al mismo costo). Esto, a su vez, producirá una mayor demanda por transporte de energía y por redes eléctricas, las que serán remuneradas, gracias a la nueva Ley de Transmisión, directamente por el consumidor. Esto es evidentemente negativo. Al contrario, cuando el generador remunera parte de la red que transporta su propia energía hacia los consumidores finales, éste es más cauteloso en la elección de la localización de sus instalaciones debido a que tiene que pagar (en parte) los costos asociados a la transmisión, encontrando un equilibrio entre (a) los ingresos extras generados al alejarse del centro de consumo y al acercarse a aquellos lugares de mayor, por ejemplo, radiación solar y (b) los costos extras producidos por la nueva transmisión necesaria para vender su energía en el mercado eléctrico. El pago o peaje de transmisión es una señal poderosa de eficiencia para el inversionista en generación, logrando que los costos del sistema en su conjunto sean los más eficientes. Como algunos podrán deducir, el pago de peajes de transmisión también juega un rol importante en el incentivo a la generación distribuida (aquella que no requiere transmisión ya que se instala directamente donde está la demanda por electricidad, como por ejemplo, en el techo de las casas y edificios).

 

Un segundo fenómeno es la pérdida de interés por parte de las generadoras de realizar un escrutinio exhaustivo de los planes de transmisión propuestos por la autoridad. Esto se produce debido a que los generadores no tendrán que remunerar estos costos en el largo plazo. Este fenómeno es nocivo para la regulación, control y monitoreo de las actividades de inversión, ya que se pierde la retroalimentación técnica con miembros expertos del mercado, los que mejor pueden informar (después del Coordinador y la CNE, quienes están detrás de las propuestas de transmisión) acerca de los reales beneficios de las nuevas inversiones propuestas de transmisión.

 

Una nota final que me gustaría recalcar es que en un estudio elaborado por nuestro grupo de investigación, se concluyó que la ausencia de peajes no trae consigo beneficios medioambientales en la forma de una mayor proporción del consumo suplido desde generadores renovables. Esto debido a que es la localización de los nuevos equipos de generación la que se ve principalmente alterada (de manera más ineficiente en el caso de ausencia de peajes para los generadores, aumentando los costos de transmisión, las pérdidas térmicas asociadas y aumentando las tarifas para los consumidores) y no el mix de tecnologías.

 

Como tarea pendiente para el nuevo gobierno y el sector, queda revisitar este tema y darle la importancia que se merece debido a las consecuencias que conlleva para todos los consumidores, incluyendo a la ciudadanía, el comercio y la industria.

 

Rodrigo Moreno, Investigador del Instituto Sistemas Complejos de Ingeniería y Académico de la Universidad de Chile

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