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Discriminación femenina

 

Me he permitido la licencia de escribir una columna casi el doble de lo habitual. El tema lo amerita.

 

La discriminación femenina no es nueva. Es tan vieja como la aparición del ser humano en la faz de la tierra. Según el Génesis, Dios decidió que Adán debía tener una compañera y sacó parte de sus costillas para crearla, Eva. Esta pareja fue concebida con características biológicas diferentes. Ambos generarían nuevas vidas, pero la fue mujer dotada de la noble misión de dar dicha continuidad. Miguel Ángel representó a Dios como un hombre en el fresco de la Capilla Sixtina en que con su dedo toca el de Adán, iniciando su vida. Eva no figura en tan famosa obra. La tradición cristiana ha sido discriminatoria. Una mujer no puede ser sacerdotisa (el primer caso se dio en la iglesia anglicana hace algunos años). Ahora puede otorgar la comunión, pero no confesar, confirmar, consagrar ni ordenar sacerdotes, menos aún llegar a cardenal y eventualmente papa.

 

Es posible que estas normas se hayan originadas por la propia naturaleza, en que la madre concibe, asumió el cuidado de sus hijos, a lo que siguió el cuidado del hogar y el hombre el de proveedor de los medios de subsistencia.

 

En la historia ha habido excepciones a estos roles. Salomé, Cleopatra, Scherezade, Leonor de Aquitania, abadesa Hildegarda von Bingen, Isabel I de Inglaterra, Madame Curie, etc. En este siglo mujeres gobernantes como Golda Meier, Margareth Thatcher, Angela Merkel, Teheresa May, Cristina Fernández, Dilma Rousseff. Pero también ha habido víctimas anónimas de abuso y discriminación, notablemente entre los islamitas fundamentalistas como los chiitas y en algo menor grado entre los sunitas, el caso dramático más reciente ha sido el de Malala Yousafzai. Sin embargo, también ocurre lo contrario. En nuestra civilización occidental, a veces, con la aceptación de mujeres, en las artes ha habido manifestaciones machistas como la obra de Tirso de Molina en 1617 (El Burlador de Servilla) tema que inspiró a una sucesión de otros como Don Juan Tenorio, Don Giovani, El Barbero de Sevilla, autores como Moliére, Mozart, Rosini, Lord Byron, Zorrilla, Dumas, etc, o como El Decamerón de Boccaccio (1351) y que ha transitado hasta nuestros días en la literatura y el cine como lo hizo Pasolini, etc.

 

Los cientistas sociales, los ministros de las diferentes religiones y los políticos están en deuda aún con la enorme tarea para acabar con la discriminación. Si bien ha habido excepciones como las señaladas más arriba, en el mundo hay 3.500 millones de mujeres por lo que tales excepciones son una ínfima minoría.

 

Los economistas también podemos aportar nuestro análisis. Hemos estudiado los efectos de la discriminación y la mayoría de la población ignora esta inmensa externalidad negativa que encierra. Muchos, como también en las escuelas de derechos e ingeniería, fuimos iniciados en los principios de la economía estudiando en un famoso texto publicado en 1945 con un simple nombre “economics”. Su autor Paul Samuelson, tercer premio nobel de economía desde que fundó, galardonado por sus importantes aportes a la teoría económica. Al tratar sobre la medición de la actividad macroeconómica, las cuentas nacionales, que permiten la estimación del Producto Nacional, del Ingreso Nacional, consumo, ahorro, inversión, etc. alertaba sobre una omisión que la profesión no le ha prestado la debida importancia: el trabajo gratuito de la mujer que se ocupa del cuidado y manejo de la familia y el hogar. Nadie las remunera. Han transcurrido 78 años desde que Samuelson lo alertara y nada ha modificado tamaña omisión para eliminar esta especie de esclavitud económica.

 

Las presuntuosas instituciones internacionales que gastan dinero como si éste cayera del cielo como maná, la ONU, CEPAL, OIT, OMS. UNICEF, UNESCO, FAO. OEA. Etc. han diseñado metodologías que ocultan la discriminación femenina. El estado chileno se suma a ellas con el argumento de la homogeneidad de las mediciones internacionales. El Banco Central con las cuentas nacionales. Los Ministerios en lo que tiene relación con el mundo de la mujer: educación, del trabajo, de la mujer, salud, etc. el INE, respecto de las mediciones demográficas y del mercado laboral, todas son cómplices del silencioso acoso.

 

Somos 17,5 millones de habitantes de los que 7,4 millones son mujeres mayores de 15 años potenciales participantes en el mercado laboral. 3,6 millones están en edad de trabajar y hay 230.000 desocupadas, presumiblemente reciben un subsidio temporal de desocupación, pero además hay 3,8 millones de mujeres mayores de 15 años que no trabajan. Si restamos las mayores de 60 años y las que por razones de salud no pueden laborar, hay 2,7 millones de mujeres que no trabajan. Si restamos las que están en la educación terciaria quedan 2 millones ¿Qué hacen? 1,8 declara razones familiares (¿cuidado del hogar?), no tienen deseos de trabajar, se sienten desanimadas y otras razones no especificadas.

 

Si el cuidado del hogar fuera remunerado, con el salario promedio de las mujeres que trabajan que alcanza a US $ 14000 anuales, esas personas incrementan el PIB en US millones $ 25.200 esto es en un 9 % del PIB de 2017 (US millones $ 280.000), pero que las cuentas nacionales omiten.

 

Por otra parte, de acuerdo con los estudios del INE, existe la discriminación salarial definida como el diferencial entre la remuneración de hombres y el que percibe una mujer con las mismas aptitudes o competencias para las mismas tareas que, en promedio, es del 25 %. Este diferencial es una transferencia de rentas que no afecta directamente al nivel del PIB a corto plazo. No se ha estudiado y no sabemos quién se beneficia con él. Pueden ser los hombres o el empleador o ambos. Ello dependerá de las elasticidades de las funciones de oferta y demanda laboral en cada categoría.

 

En todo caso podemos aproximarnos a estimar el valor de la discriminación. En 2017 los ingresos del trabajo según las cuentas nacionales fue de US millones $ 106.439 distribuidos en 683 % hombres y 31,7 % mujeres. La remuneración promedio por hora de los hombres es superior en 25 %. Los cálculos indican que si se transfiriera tal diferencia a las mujeres, la discriminación salarial alcanza a US millones $ 14.288. No es poco.

 

Las tarifas de las isapres se basan en la “tabla de factores” que clasifica los beneficiarios en hombres, mujeres, por edades, y el correspondiente precio del riesgo en que cada persona incurre, por lo tanto, el recargo al precio del plan básico. En el caso de la mujer, ese recargo se empina por sobre el del hombre de la misma edad entre los 15 a los 45 años cuando se encuentra en pleno período de fertilidad, porque origina un costo adicional derivado de la asistencia ginecológica y parto, “siniestro” ausente en el hombre. Si bien es un hecho cierto, a la procreación y nacimiento de un nuevo ser concurren tanto el hombre como la mujer, por lo que, cargarle la mano al costo de la salud femenina, constituye también una discriminación arbitraria. Algunos señalan que tiene su compensación en la legislación previsional por cuanto, si bien la mujer goza de una esperanza de vida superior al del hombre, se le permite pensionarse a los 60 años, en tanto los hombres a los 65. Como la mujer tiene una esperanza de vida de 85 años y los hombres 80, hay 10 años más de pensiones para la mujer. No hay estudios sobre el valor económico de la discriminación en el seguro de salud y los 10 años más de pensionada respecto del hombre.

 

¿Por qué existe tal discriminación? Algunos sostienen que las mujeres son menos productivas que los hombres, no por una menor capacidad intelectual, sino que por razones biológicas. Se citan dos hechos biológicos. Uno, durante el período menstrual sufre de dolores e incomodidades que le producen malestar o sufrimiento causando una caída en su rendimiento. El segundo, como gestadoras últimas de la vida, gozan del fuero maternal que se inicia desde la concepción hasta que el nuevo ser cumple un año y 84 días. Durante ese período no puede ser despedida y si se general un costo adicional será de cargo de la empresa, la que tratará de obviarla con un salario inferior al del hombre. Además se suma el permiso prenatal (6 semanas anteriores a la fecha del futuro parto) y posnatal (12 semanas) que las alejan de su fuente de trabajo por un total de 4,5 meses, obligando al empleador, en el primer caso, a absorber la caída en la productividad durante el período menstrual y en el segundo caso a incurrir en el costo de reemplazo durante el período pre y posnatal.

 

¿Es ello justo o no? La naturaleza no da respuesta, pero si lo hace la ética y también la economía. La mujer es el ser humano que goza del don de la continuidad de la vida. Si bien goza, junto con su compañero, la satisfacción de continuar su familia con los hijos que van naciendo, también se beneficia toda la sociedad. En términos económicos, genera una economía externa positiva, lo que permite resolverlo mediante el otorgamiento de un subsidio del estado, por las mismas razones que hoy se establece la gratuidad de la educación y los servicios educacionales sin fines de lucro. Sabemos que tal gratuidad es una transferencia de rentas, porque gratuidad pura, milagrosa, no existe y es el sistema tributario la la hace posible. De ahí que, existiendo subsidios estatales para la educación, la salud, vivienda y otros, no hay razón para no subsidiar a la mujer por la caída de productividad (44 horas semanales por mes) y 18 semanas entre el prenatal y el hasta el fin del posnatal.

 

¿Es ello justo o no? La naturaleza no da respuesta, pero si lo hace la ética y también la economía. La mujer es el ser humano que goza del don de la continuidad de la vida. Si bien goza, junto con su compañero, la satisfacción de continuar su familia con los hijos que van naciendo, también se beneficia toda la sociedad. En términos económicos, genera una economía externa positiva, lo que permite resolverlo mediante el otorgamiento de un subsidio del estado, por las mismas razones que hoy se establece la gratuidad de la educación y los servicios educacionales sin fines de lucro. Sabemos que tal gratuidad es una transferencia de rentas, porque gratuidad pura, milagrosa, no existe y es el sistema tributario la la hace posible. De ahí que, existiendo subsidios estatales para la educación, la salud, vivienda y otros, no hay razón para no subsidiar a la mujer por la caída de productividad (44 horas semanales por mes) y 18 semanas entre el prenatal y el hasta el fin del posnatal.

 

Además de la fría economía del caso, lo que es moralmente inaceptable es un sometimiento de la mujer a algo cercano a una esclavitud (no pagar por los servicios) y es lo que está llevando actualmente a movimientos feministas reivindicatorios. Lo que comenzó como un reclamo de abusos, el acoso, ha derivado en algo mucho mayor, un cambio cultural. La sociedad, el estado, los organismos internacionales, los credos religiosos, las instituciones que persiguen la asistencia social han pasado siglos sin hacerse cargo de las discriminaciones señaladas. ¿Qué aportarán las actuales proposiciones legales?

 

Javiuer Fuenzalida Asmussen

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