Fue aquel 9 de febrero en la que 16 hinchas celestes, todos muy jóvenes, se marcharon al mas allá, tras haber estado apoyando al equipo en ese encuentro al que asistieron en Concepción. Fue la noche trágica para Rancagua que entristeció todos los corazones.
El estadio El Teniente, que siempre se inundó de alegría, en tantas jornadas inolvidables, que recibió en su césped a selecciones de varios países, esta vez debió recibir féretro donde descansaban los hinchas, quienes fueron despedidos ante una multitud que se dio cita.
Una misa de cuerpo presente, en la que el sacerdote inmortalizó una frase: “el cielo, también es celeste”… las lagrimas de los asistentes brotaban y con ello estaban mostrando al fútbol chileno, que O’Higgins, mas allá de un equipo de fútbol, es una familia gigante que se cobija baja una sola bandera, que fue izada en ese mismo estadio hace ya 58 años.
Lo que ha sucedido, durante este año de aquella noche trágica, es que las banderas celeste flamen en las graderías de los estadios y allí están presente estos 16 hinchas. Son la barra que ilumina desde el cielo que inspira al cuerpo técnico y al plantel a entregarse de lleno, con armas nobles, buscando un triunfo deportivo para compartirlo con quienes están en el estadio, con los que se quedaron en casa, siguiendo las alternativas del encuentro, a través de las transmisiones de Radio y TV a sabiendas que esas emisiones se elevan para entregar una alegría a esos 16 hinchas que están en las graderías del silencio.
David Pérez Arce
Periodista
